Capítulo XXXVIII: Desaparecidas

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[ A s t r i d ]


─¡Jane! ¡Ábreme! ─grité, no estaba segura de si no me oía o me estaba ignorando─. ¡Por la puta madre, Jane!


Bufé y me alejé de la puerta para recostarme en la pared. Llevaba varios minutos gritándole a Jane.


Podía entender que Aarón fuese un completo idiota, pero... ¿Tanto así? Tenía suerte de que Arthur me hubiese agarrado del brazo, porque si no le hubiera golpeado.


Ni siquiera tenía muy claro porque Jane no me dejaba pasar... es decir, yo no le había dicho nada. Me había quedado ahí, como procesando todo hasta que el imbécil novio de Alice abrió su bocota.


Se había pasado de la raya.


Y entonces, cuando estaba persiguiendo a Jane, decidí que Aarón no tenía caso. No valía la pena perder el tiempo con él, al menos no para mí. Y hasta el día de hoy aún pienso así.


Él no había sido así de imbécil siempre, cuando éramos niños nos llevábamos bien, pero... daba igual ya.


Realmente no estaba enojada con Lynn, preferí pensar que de verdad no había querido decir eso a diferencia de Aarón. En todo caso, mi prioridad era que Jane abriese la puerta. No quería saber como terminaría ese día.


─Quizás si llamo a Arthur abrirá la puerta, seguro preferirá hablar con él... ─murmuré.


Pero conociendo a Jane era mejor dejarla hasta que se calmara. Esperaría y luego hablaría con ella.


Bajé las escaleras en silencio, era de noche, se estaba haciendo tarde y al parecer Jane no pensaba abrir la puerta. Genial, dormiría en el sofá.


Bajé la vista hacia el sofá de cuero y vi al novio de Alice.


─Oh, genial. ─susurré.


Empecé a acomodarme en el sofá como pude. Él se despertó y abrió la boca para decir algo.


─Piérdete. ─le dije antes de que pudiese hablar.


Comencé a pensar sobre todo lo que había pasado en esos días... hacía unas semanas éramos unos habitantes cualquiera de Archenland.


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Me levanté y fui a la habitación que compartía con Jane. Estaba abierta.


Pero había un pequeño problema... Jane no estaba.


─¿Eh?


Habíamos recorrido el camino hasta la casa, así que ella ya debía saberlo. Me tranquilicé un poco, dudaba que se perdiese, quizás solo había salido a caminar un rato...

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