Capítulo Treinta y cinco: El juego...

Magsimula sa umpisa
                                    

Volqué mi atención en la televisión, escuchando mi propia voz:

   —…si todo va bien, el jueves a las ocho daremos una fiesta. Por favor, venid cuantos queráis pues estáis invitados. Por supuesto, nada de periodistas. —veía cómo le sonreía a las cámaras con mi falsa modestia.

   —¡Oh, vamos señorita Elisa! Es su gran noche, ¿cómo vamos a perdérnosla? —dijo un periodista calvo. Me acuerdo de él, pobre hombre, su mujer lo había dejado hacía solo unos meses y tenía cinco hijos…

No es que lo espiara, pero es uno de los mejores reporteros del canal 1 y hablaban sobre él muchísimo.

Bueno, era hora de empezar el día, y de qué mejor manera que yendo a la empresa y rodar escenas. Pero antes de que pudiera escaparme del comedor, una persona conocida pero no importante para mí, apareció enfrente. No le dije ni buenos días —como de costumbre—, pero ella si me saludó y rodé los ojos ante este infortunio.

   —Buenos días, Laura. —saludó mi tía, con la cabeza gacha. No hice el esfuerzo de reprimir el grito que se me escapó de los labios. Con ellos no podía fingir.

   —¡¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así?! Ya no soy Laura, ¡sino Elisa Dumas! —exclamé sin contenerme. Ella dio un respingo, pero no me dejó en paz.

   —Solo quería desearte un feliz día… —añadió al fin. No me molesté en contestarle, no acostumbraba a hablar con ella. ¿Qué mosca le había picado?

*~*~*~*~*

La escena que estaba rodando no podía ir peor: el cámara se encontraba enfermo y nadie podía sustituirlo, por consiguiente, un estudiante de fotografía había decidido quedarse con la cámara y grabar. Aparte de esto, el idiota de Felipe —el actor principal—, no se sabía el guión y era una completa frustración. Me irritaba en todo momento, y por ello debía fingir que nada pasaba; ante todo era una muy buena persona y todos me veían gentil y guapa. No podía defraudarlos.

Cuando pasó una —totalmente improductiva — hora, decidí irme a tomar un poco de agua y salir del plató de grabación. Antes, pedí a un niñato que se encargaba de mi bienestar —el gilipollas haría todo lo que le pidiera—, que me trajera una botella de agua mineral natural. Al estar en los pasillos repletos de gente atareada, me senté en un banco cercano y me bebí la botella de a poco mientras me dedicaba a mirarlos. Esa gente ignoraba lo que estaba a punto de suceder, incluso ignoraba lo que yo era en realidad. ¡Pero sabían quién era Elisa Dumas y por qué estaba en la posición en la que me encontraba! Y me aseguraría de que siguiera siendo así… ¡Vaya que sí! No harían más que hablar de mí y de mi compromiso con Ren. Era simplemente perfecto, simplemente…

El sonido insistente de mi móvil comenzó a escucharse por el pasillo, así que lo cogí mientras me levantaba del banco y me dirigía a mi camerino —el cual se encontraba a solo tres o cuatro metros de distancia. Cuando estuve encerrada, descolgué el aparato.

   —¿Diga?

   —Elisa, creo que me han atrapado. —los ojos se me abrieron a causa de la sorpresa mientras reprimía un grito.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon