Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.

27K 809 29
                                    


Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.

 

A las ocho y media de la mañana de un DOMINGO estaba despierta, vestida y mirándome al espejo de mi cuarto de baño. Puede parecer que exagero pero… si me vierais ahora mismo creeríais que soy un zombi que ha vuelto a la vida. Si… mi pelo estaba extrañamente encrespado y, aunque lo intentaba alisar, no podía. Sería la humedad, me dije. Por otro lado, mis ojos estaban apagados y, debajo de ellos, podía apreciar dos medios círculos violetas que estropeaban cualquier rostro. Por no hablar de mi cuerpo… al que había metido en un vestido con vuelo de color zafiro. Unas medias recorrían mis NO delgadas piernas —recordemos que he engordado y, un día dije que me pondría a dieta, pero lo he dejado—, y unas botas negras terminaban de vestirme. Uff, desistí con mi pelo y lo recogí en un moño alto. Ala, ¡no podía hacer nada más!

Bajé de inmediato para desayunar ligero—recuerdo que he quedado con Ariadna a las nueve para desayunar—, con el abrigo más gordo que encontré debajo del brazo, cuando vi a Rosa con una bandeja repleta de alimentos. Suspiré, eso significaba solo una cosa, alguien estaba a punto de desayunar, y esperaba sinceramente que fuera Lidia o mi padre. ¡Que no sea Daniel! No tengo el cuerpo hecho para nada hoy, y menos para verle…

Rebobinemos de nuevo, ayer por la noche, Rubén se me confesó y me besó como si todo estuviera bien con eso. ¡Pero no! Nada que ver. Dios, después de eso estaba tan confundida que no sé como es que llegué a la casa. Solo recuerdo que le dije que me lo pensaría y luego… nada. Es como si mis recuerdos se estancaran en ese preciso momento. Pero es que… ¿¿por qué tuvo que presentarse así Rubén?? Tan guapo, amable, cariñoso… ¡¡Ni hablar de compararle con Daniel!! Rubén ganaba por partida doble, aunque… aunque… ¡¿por qué no lograba sacar al estúpido de mi cabeza?! Por más que lo pienso —y testigo de mis pensamientos ha sido la noche de insomnio que me he pegado—, no llego a entenderme… O sí, he llegado a la conclusión de que ahora mismo no puedo decir nada de lo que quiero. Simplemente dejaré que el tiempo pase y ya esta, si veo que aun quiero al imbécil, prepotente, egoísta, influenciable, etc, de Daniel, pues me ahorcaría en el árbol más cercano de esta gran mansión.

Respiro hondo para alejar tales pensamientos y acabo de descender las escaleras. Veo en un rincón al mayordomo sonriendo, paso de él y entro en el gran comedor. Allí está, como me temía, Daniel comiéndose dos tostadas de jamón y queso. A su lado, Rosa me mira sonriente y me saluda con la mano. Le correspondo mientras me siento en la mesa. Ella se acerca y le pido que me traiga un zumo de naranja.

   —¿Solo eso? —pregunta preocupada Rosa. Asiento intentando sonar lo mejor que puedo. No quiero parecer más desdichada de lo que ya soy delante de Daniel.

   —Si, Rosa, es que he quedado con alguien para desayunar. —miro de reojo al hombre que devora las tostadas y noto, irritada, que me observa sin pestañear. Algo furioso a juzgar por su expresión de concentración. Lo ignoro lo mejor que puedo —aunque sé que lo hago fatal—, y me concentro en Rosa. Quien se aleja refunfuñando algo…

Bien, los siguientes minutos fueron horribles. Daniel callado y meditabundo, yo nerviosa y deprimida a la vez… No quería intercambiar palabras con él porque no se lo merece, por lo que solo me tomo mi zumo lo más rápido que puedo y salgo pitando de allí. Con la sensación de ser mirada todo el tiempo…

*~*~*~*~*

Bien, como sabéis he quedado con Ariadna para desayunar e interrogarle sobre Elisa. Aunque ya me sospecho lo que le pudo hacer la arpía… Tan mala es que no me extraña que intentara matarla o algo así.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now