CAPÍTULO XIX • Y ahora qué •

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MY – TRENT

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MY – TRENT

La quietud dentro del palacio fue opacada por el sonido de las pisadas. Los híbridos se movían de un lado al otro cerciorándose de que todo estuviera perfectamente impecable; los adornos no tenían polvo, la alfombra roja estaba perfectamente limpia, y el candelabro que colgaba en el centro del salón había sido pulido minuciosamente.

Tras algunas horas, finalmente el carruaje de Giorgio apareció en la entrada. La servidumbre alisó su ropa y se aseguraron que su aliento no apestara. El encargado de darles la bienvenida fue el Hanoun más viejo de allí. Bajó con prisa, abrió la puerta del carruaje y Giorgio comenzó a descender uno a uno los cortos peldaños de madera, luego caminó a paso pausado hasta la entrada mientras Argon lo seguía desde atrás.

Jaft por su parte no podía dejar de moverse en el interior. Observaba por la ventana, se mordía las garras y sentía como la temperatura de su cuerpo había descendido considerablemente.

No había tenido noticias de su hermano ni mucho menos de Clematis. Y de tan solo pensar en la posible reacción que tendría Giorgio al enterarse, le generaba escalofríos.

Era su culpa. Había permitido que su hermano se marchara sin escolta porque él no se podía mover de My—Trent, ya que Giorgio confiaba en que manejara adecuadamente la nación, pero esto minimizaría todas las cosas buenas que había hecho en este tiempo. Lo iban a tachar de incapaz.

Jaft se encontraba tan enfocado en su batalla mental que ni siquiera se dio cuenta de que Eleonor ya había bajado. Pero a ella no le importó en lo más mínimo ir a avisarle que su padre estaba entrando al palacio. No sentía deseos de quedar bien con su suegro. Desde que Zefer había decidido correr a buscar a la humana ella había estado con un humor detestable, y los híbridos fueron los que terminaron pagando las consecuencias.

Los golpeaba, los insultaba, e incluso, los empujaba apropósito. Jaft no toleraba tal comportamiento, y en más de una ocasión le había expresado su desacuerdo, pero tan solo bastaba un par de movimientos de pestañas en ella, para que él se relajara. Claro que, cuando Jaft se descuidaba, ella volvía a hacerlo.

Extinción - Nuestra última esperanza [Saga: LVDLO #1]Where stories live. Discover now