10🥀 | 8 y 12 de Octubre

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—¿Me echas de menos Mel?

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—¿Me echas de menos Mel?

Abro los ojos asustada y me incorporo rápidamente en la cama, sorprendida por lo que acaba de pasar. He escuchado la voz de Trevor, tan cercana, que es como si realmente me hubiera susurrado al oído.

Enciendo mi lámpara de noche y me quedo más tranquila al comprobar que, efectivamente, todo era una pesadilla. Estoy acostumbrada a ellas, pero ya me estoy empezando a asustar porque ahora ya no solo son imágenes, que se repiten una y otra vez en mi cabeza, además también escucho su voz como si realmente estuviera dirigiéndose a mí.

Giro ligeramente la cabeza para mirar que hora es en el despertador. Son las cinco de la mañana y aún quedan unas horas para que suene mi alarma. Por desgracia lo de esta noche ha sido toda una novedad y sé que ya no voy a poder dormirme.

Me siento en el borde de la cama y recojo del suelo los shorts que utilicé ayer, me los pongo y camino haciendo el mínimo ruido posible hasta el armario de Rebeca. Por suerte, sé dónde guarda los tops deportivos así que saco uno del tercer cajón y me lo pongo. Me abrocho la chaqueta del chándal y cojo la bolsa, la cual sigue tal y como la dejé ayer.

Antes de ir al gimnasio, como la cafetería aún no está abierta, me paso por las máquinas expendedoras que hay en la recepción de la residencia y me compro un café y una bolsa de galletas. En lo que tardo en llegar al gimnasio ya me lo he terminado todo y tiro los envases en la primera papelera que veo.

Mi idea inicial era llamar al conserje para que me abriera amablemente el gimnasio, pero con un simple empujón descubro que la puerta ya está abierta, así que me ahorro ese paso.

Al parecer no soy la primera en llegar.

Seguramente el entrenador esté en su despacho o alguien sea más madrugador que yo y esté entrenando por su cuenta.

Dejo la mochila en el suelo y antes de empezar a entrenar con el saco, envuelvo las palmas de mis manos con la venda. Ahora sí, estoy lista, me paro frente al saco y le doy un golpe haciéndome daño en la mano. No sabía que estaba tan duro, pero no me rindo y le doy otro golpe, esta vez más efectivo porque se comienza a mover, poco, pero lo hace.

El sonido que hace la puerta al abrirse me asusta y me hace gritar. Doy media vuelta para encontrarme con Nathan, que pasa por mi lado y deja su mochila en el suelo, junto a la mía.

—Que madrugadora.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Acaso me estás siguiendo?

—No te estoy siguiendo, he llegado yo primero, pero me he tenido que marchar a devolverle la llave al conserje. ¿Qué haces tú aquí tan temprano? —Me pregunta, a la vez que saca unos auriculares de su mochila y los conecta a su teléfono.

—No podía dormir y he pensado en venir a entrenar.

—¿Te apetece entrenar conmigo? —me pregunta, señalando el ring con la cabeza.

Otra oportunidad para el amor | Bilogía Otra oportunidad #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora