9🥀 | 5 de Octubre

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—De acuerdo, me organizaré para poder ir.

—Te espero esta tarde a las ocho en el gimnasio.

—Estupendo, hasta entonces —digo, despidiéndome de él. Recojo mi bolso del suelo y salgo del despacho a gran velocidad. Mi hora libre ha terminado y si no me doy prisa, llegaré tarde a clase.

Abandono el gimnasio y no tardo mucho en recorrer el campus hasta llegar a mi facultad. Entro apresurada en clase y subo las escaleras hasta donde está Rebeca sentada. En cuanto me ve, quita el bolso del asiento que me estaba guardando y me dejo caer en él.

—¿Por qué has llegado tan tarde?

—Vengo de apuntarme a boxeo.

—¡¿Qué has hecho qué?! —me grita Rebeca—. ¡Estás loca, te mataran!

—Rebeca, tranquilízate, solo voy a entrenar por mi cuenta porque necesito desahogarme, además, ya le he dejado claro al entrenador que no voy a competir.

Rebeca suelta un largo suspiro aliviada.

—Me dejas más tranquila, que alivio.

La profesora entra en la clase, deja sus cosas sobre la mesa y pone la presentación para que podemos verla todos. Aunque intento atender a lo que está explicando, lo único que puedo pensar es que voy a entrenar esta tarde y que Nathan estará allí.

Estoy tan emocionada por el entrenamiento que apenas he podido comer nada durante el almuerzo, pero que conste que no hemos desperdiciado la comida, Rebeca se ha encargado de terminarse toda la que he dejado en el plato

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Estoy tan emocionada por el entrenamiento que apenas he podido comer nada durante el almuerzo, pero que conste que no hemos desperdiciado la comida, Rebeca se ha encargado de terminarse toda la que he dejado en el plato.

Cuando llegamos a nuestra habitación, me tumbo en la cama y mato el tiempo viendo una película con Rebeca, la cual no tarda en quedarse dormida a mi lado. Aunque está bastante interesante, casi no le presto atención, porque no puedo parar de mirar la hora en mi teléfono hasta que al fin marca las siete en punto.

Es la hora, así que, me levanto de la cama con cuidado de no despertar a Rebeca y me visto con rapidez. Me pongo el top deportivo que me ha prestado y lo miro un poco disgustada frente al espejo. La tela no llega a cubrir todo lo que querría, pero al menos si protege mis pechos. Continúo deslizando los shorts deportivos negros, que me quedan bastante ajustados, por mis piernas.

Me siento en la silla de mi escritorio para ponerme las deportivas y ato los cordones con rapidez. Lo único que me queda ya es preparar la bolsa de deporte con lo necesario, una botella de agua y una toalla.

En cuanto lo tengo todo, salgo de la habitación en dirección al gimnasio. El camino se me hace más eterno de lo normal, tal vez sea por los nervios de lo que me pueda encontrar allí, pero cuando me detengo en la puerta del gimnasio ya no hay vuelta atrás.

Respiro hondo dos veces antes de abrirla. Mi intención no era llamar la atención de todos, pero parece ser que lo he conseguido, porque sus miradas se dirigen hacia mí y el entrenador deja de hablar.

—Melissa, pensaba que ya no vendrías, pasa y reúnete con nosotros.

Varios murmullos invaden el gimnasio mientras me acerco, pero no les presto atención. Dejo mis cosas junto a la de los demás y me reúno con todos en el corrillo que han formado alrededor del entrenador. Entre varias caras masculinas distingo la de tres chicas y me alegra saber que no soy la única.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntan Nathan, sorprendido por mi llegada.

—Melissa va a entrenar con vosotros hoy, quiere saber lo que es un verdadero entrenamiento de boxeo y vamos a demostrárselo. ¿De acuerdo? —El entrenador pasa su mirada por todos y no tardan en asentir con la cabeza.

¿Me estoy perdiendo algo?

Como si cada uno supiera lo que tiene que hacer, comienzan a dividirse por las instalaciones del gimnasio para empezar a entrenar.

—Melissa, hoy entrenaras primero con Donovan —El entrenador señala el ring y sigo su dedo con la mirada hasta Nathan—. Después, entrenaras con Lina en los sacos.

—¿Por qué empiezo con él?

—Es nuestro mejor boxeador, si quieres entrenar, él es el idóneo.

Aunque no estoy muy convencida de que eso sea verdad, voy directa hacia el ring. Intento subir sola, haciendo impulso con los brazos, pero al final me tiene que ayudar el entrenador a llegar arriba.

—¿Estás preparada? —me pregunta Nathan, centrando su atención en mí. Sé que me está mirando, pero yo tengo la mirada perdida en sus manos. Llevo un rato observando detenidamente cómo se pone las vendas desde su muñeca hasta dejar cubierta por completo sus palmas.

Cuando termina, me lanza el rollo de vendas para que me ponga yo también y lo atrapo entre mis manos. Sigo cada uno de sus movimientos y las palmas de mis manos, al igual que las suyas, han quedado completamente cubiertas por las vendas.

—¿Listos? —Nos pregunta el entrenador desde abajo del ring.

—Estoy listo.

—¿Lista? —me pregunta el entrenador a mí y le respondo asintiendo con la cabeza.

No sé muy bien como colocarme, así que, haciéndole caso a mi instinto, coloco la pierna derecha por delante de mí y aprieto ambos puños antes de colocarlos frente a mi cara.

Escucho a Nathan soltar una breve carcajada y tengo que bajar un poco los puños para poder seguir sus movimientos, ya que ha empezado a dar saltitos y a moverse de un lado a otro. El primer golpe que recibo es suave, apenas ha rozado mi estómago, y menos mal, porque no quiero tener que ir a urgencias después del entrenamiento.

Intento golpearlo y como era de esperar, por la experiencia que tiene él y mi nula capacidad para los deportes, ni siquiera le rozo y mi puño sale despedido en el aire. Nathan aprovecha que me encuentro indefensa para atacarme de nuevo, con tan mala suerte que al girarme, recibo un leve golpe en uno de mis pechos.

—¡Ten cuidado!

—El boxeo no es una broma Melissa. Tú querías entrenar y te estamos enseñando como hacemos las cosas aquí.

Nathan se me echa encima y me protejo con mis brazos por instinto, pero no quería pegarme, lo que quería hacer es meter su pierna entre las mías haciéndome caer en el ring.

Los dos estamos en el suelo y él aprovecha para dejarme totalmente inmovilizada con su cuerpo. No es una posición cómoda e incluso me arriesgaría a decir que estoy empezando a sentir calor en las mejillas, pero él no parece tener la intención de moverse. Intento que se quite de encima pero sigue inmovilizándome.

—Suéltame ya.

—Ya vale Nathan, creo que ha pillado el mensaje.

Nathan me observa con detenimiento antes de soltarme y levantarse.

—Melissa puedes marcharte a entrenar con Lina si quieres.

No me lo tiene que decir dos veces.

No me lo tiene que decir dos veces

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Otra oportunidad para el amor | Bilogía Otra oportunidad #1Where stories live. Discover now