Capítulo 16

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—Estás loco... —susurró Isabelle, sonriendo sobre los labios del príncipe.

Légolas también sonrió. Posó sus manos sobre la cintura de la elfa y la apegó a su cuerpo, eliminando la distancia que los separaba. Isabelle, por su parte, enrolló los brazos por detrás del cuello de Légolas y se dejó llevar, gozando de la intimidad que la noche les ortorgaba.

El beso duró más de lo esperado. Ambos labios se acoplaron a los contrarios y se acariciaron con suavidad y sensualidad, disfrutando de aquel momento bajo la luz de la luna llena.

—Basta. Debemos hacer guardia —musitó la princesa, apartándose.

Las pupilas dilatadas de Légolas la observaron con deseo, provocando que su piel se erizara y su corazón se agitara.

—Hay más soldados —se quejó el elfo.

—Sí, pero... es mejor no arriesgarse.

—Solo un poco más —pidió en un susurro.

Isabelle suspiró, incapaz de poner resistencia y volvió a unir sus labios con los contrarios.

Estaban en medio de la nada, a unos cuántos metros del campamento que los rohirrim habían montado para pasar la noche. Aunque habían escapado de Aragorn y Gimli con la intención de hacer rondas, fue cuestión de tiempo para que Légolas cambiara de opinión y la arrastrara lejos de los demás.

Sabía que debían controlarse y ser discretos, pero no era fácil, cuando habían pasado todo el día rodeados de otras personas, sin poder hacer nada más que rozar sus manos o dedicarse miradas cariñosas.

La falta de oxígeno los obligó a separarse.

—Quisiera... hacer algo más que solo besarte —murmuró Légolas con decepción, mientras recuperaban el aliento.

Isabelle se ruborizó, escandalizada.

—Estás loco... —repitió, negando.

Definitivamente, necesitaban controlarse.

—No, solo estoy enamorado.

La elfa sonrió, avergonzada.

—Aragorn y Gimli deben estar esperándonos...

Légolas asintió y después de darle un corto beso en los labios, la sostuvo de la mano y caminaron de regreso al campamento. Ahí, la mayoría de la gente estaba reunida en pequeños grupos, hablando, durmiendo o simplemente haciéndose compañía.

—¿Mi Señor?

Ambos se detuvieron, encontrándose con el rostro pálido de Milen. La muchacha tenía un pequeño vaso entre las manos, probablemente, destinado al príncipe, supuso Isabelle.

Sus pequeños ojos marrones viajaron desde un elfo a otro, hasta que se detuvieron sobre sus manos entrelazadas.

—¿Qué...? —murmuró, con la voz temblorosa— ¿Ustedes...? ¿Qué...?

Isabelle quiso apartarse, incómoda, pero Légolas se acercó más a ella.

Milen abrió y cerró la boca varias veces, hasta que la escena fue lo suficientemente insoportable como para seguir contemplándola. Soltó el vaso, derramando su contenido en la tierra y se marchó lo más rápido que sus cortas piernas le permitieron.

—Creo que... acabas de romperle el corazón —dijo Isabelle, luego de unos segundos.

Légolas la miró apenado.

—Apenas me conoce —susurró—. Además, debía quitármela de encima en algún momento.

La princesa no respondió. A pesar de que odiaba ver a la joven doncella dando vueltas alrededor de Légolas, no podía negar que había sentido un poco de lástima por ella.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora