Capítulo 5

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Todos se quedaron en silencio, esperando a que las enormes puertas terminaran de abrirse por completo. Los medianos estaban boquiabiertos, pues de entre todos los presentes, eran los que menos acostumbraban a ver cosas fuera de lo normal. La tranquilidad duró más de lo esperado, por lo que Gandalf, comprendiendo que nadie se atrevía a entrar, tomó su bastón y se internó en el hueco frente a él.

Los demás se dispusieron a seguirlo, un poco más confiados, pero antes de que cualquiera alcanzara a moverse, se escuchó un grito a continuación de un golpe seco en las rocas. Frodo había caído y su pequeño cuerpo había salido disparado hacia atrás. Hacia las aguas oscuras.

—¡Gandalf! —gritó en busca de ayuda, desesperado.

Aragorn fue el primero en reaccionar. Salió corriendo tras Frodo, pero se quedó inmóvil unos segundos, con su bronceado rostro pálido por el asombro. Frente a ellos, una criatura larga y viscosa sostenía al hobbit en el aire. Al principio, creyeron que se trataba de una enorme serpiente, pero luego se dieron cuenta de que era un tentáculo. Uno de muchos. El montaraz salió de su estado de shock y se apresuró a cortar la extremidad de la bestia que había capturado a Frodo. El hobbit cayó sobre las rocas y se levantó de inmediato, con la ayuda de Sam.

Los cuatro hobbits se apartaron de la orilla, pero entonces cinco tentáculos más salieron de las aguas en dirección a ellos. Boromir e Isabelle se interpusieron en el camino y con ágiles estocadas, cortaron dos más.

—¡A la caverna! —ordenó Gandalf, mientras rebanaba otro con su espada.

La elfa observó sobre su hombro como Aragorn y Légolas se encargaban de otros dos brazos viscosos.

—¡Isabelle! —gritó Boromir.

La elfa se volteó de inmediato, pero ya era demasiado tarde. El monstruo había sacado más tentáculos y le había envuelto las piernas de forma que le era imposible moverse. La tiró sobre las rocas y la levantó en al aire.

—¡No se mueva! —ordenó el príncipe, y se acercó todo lo que pudo adónde estaba ella.

Isabelle trató de ver lo que estaba pasando, pero la criatura la sacudía con tanta fuerza, que sus ojos no veían más que imágenes borrosas pasando frente a ella. Tragó aire, conteniendo la respiración y levantó el torso para sacar una de las dagas que llevaba en las botas. La tomó y apuñaló el tentáculo al menos unas cinco veces. Se escuchó un chillido y acto seguido, el monstruo la dejó caer contra las rocas.

La elfa jadeó, adolorida.

—¡Isabelle! —Légolas se arrodilló a su lado y se apresuró a sujetarla, antes de que su cabeza se azotara en el suelo. Su rostro estaba distorsionado por el miedo.

—Estoy bien... —respondió de inmediato, al darse cuenta de la preocupación en su compañero— No me lastimó.

Légolas la ayudó a ponerse de pie, le tomó la mano y corrieron hacia la caverna, donde los demás ya se habían refugiado. Se volvieron para lanzar unas cuantas flechas al monstruo, y retrocedieron cuando las paredes de la cueva fueron forzadas por la criatura, derrumbándose de pronto. La entrada quedó obstaculizada con las rocas y escombros.

La oscuridad era lo único perceptible, ni siquiera podían verse unos a otros, entonces el mago encendió su báculo y una luz blanca iluminó el lugar.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora