Qué podría pasar cuando una maestra de Filosofía trae consigo años de soledad y un corazón de plomo?
Helena Johnson.
Profesora nueva de Filosofía en una Universidad en la pequeña ciudad de Baeza, ubicado en España.
En la universidad da clases par...
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- Helena, no te puedes alejar de nosotros. ¡Somos tus padres! - La voz de mi madre que repentinamente me llegó a visitar a la universidad resonó por el eco de la oficina.
- Eso no importaba el otro día, dijiste que no me criaste así. ¿Cierto? - Encarar a mi madre me resultaba nuevo y demasiado molesto.
Nunca fui la hija rebelde, en realidad fui todo lo contrario. En cada momento de mi vida fui una hija obediente y respetuosa cuyos padres siempre fueron una imagen de superioridad y admiración.
Ahora es nuevo enfrentarme a mi madre, esa mujer que siempre me apoyó y era mi refugio cuando algo malo me pasaba; incluso cuando descubrieron lo que me hacia el patán de mi ex prometido. Mi madre nunca me había hablado o regañado.
- Hija entiende... ¡no puedes ser lesbiana! Así no te dejó tu padre. - Mi padre, otra persona de respeto que siempre logra imponerme con su presencia.
- Mi padre no está, aún no lo sabe. Así que aún no lo metas en esto.
- ¿Y qué hará cuando se entere? ¿Crees que le dará gusto saber que su pequeña y única hija es lesbiana? - Miré con desaprobación a mi madre.
La conversación manejaba un tono bajo, lo cual agradecí debido al lugar donde estamos.
- Madre, por favor. Al rato voy a tu casa y hablamos ahí. No tenemos que hacerlo en mi trabajo.
- Este maldito lugar solo te ha traído malas decisiones... Tu debes estar en un despacho, ocupando el lugar que debes. ¡En la empresa con tu padre, que se yo!
Levantó la voz.
- Madre, te lo pido, hablamos esto en casa. Paso al rato, al salir de aquí.
Mi madre suspiró, tomó su bolso y me dirigió una última mirada.
- Espero que hablemos seriamente sobre esto, Helena. Ya no eres una adolescente, eres una mujer y debe saber las consecuencias sobre tus propias decisiones.
Salió dejándome de pie en medio de mi oficina.
Para que entiendan un poco... la conversación empezó porque la semana pasada, el lunes de regreso a clases, mi madre me mandó un mensaje.
Me citó en su casa, pero no asistí, sabía perfectamente que sería sobre el tema que dejamos abierto la última vez que fui a su casa. Y gracias a ello ahora la recibí aquí, en mi oficina de la universidad.
Me fijé en el reloj, voy atrasada quince minutos a la clase del grupo de Diana.
- Perfecto... - Dije sarcásticamente.
Salí con mi portafolio lo más rápido que mis tacones me permitían chocando con Elisa en el camino.
- Lo siento... - La rodeé y seguí mi camino ignorando la compañía su lado.
