Qué podría pasar cuando una maestra de Filosofía trae consigo años de soledad y un corazón de plomo?
Helena Johnson.
Profesora nueva de Filosofía en una Universidad en la pequeña ciudad de Baeza, ubicado en España.
En la universidad da clases par...
✨ Bienvenidxs a quienes le han dado la oportunidad al libro recientemente. ✨ ✨Espero sea de su agrado✨
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- Elisa, ya te dije, no busco salir con ese tipo. - Estaba empezando molestarme
- Solo es una cena a solas con él, no te estás casando. -
Elisa llegó a mi casa a las 10 de la mañana diciendo que se pondría a hacer exámenes y revisar trabajos, pero en realidad se la ha estado pasando tratando de convencerme de salir con Víctor.
- Ya te dije que no. - me centré nuevamente en la computadora, exactamente en el examen de los chicos de quinto, el grupo de Diana.
- Bueno, ya no molesto más. - Su mirada se quedó en mí, lo sé porque la tengo justo frente a mí en mi comedor.
Ya no respondí, no era necesario. No quería molestarme con ella, era una buena amiga a pesar de ser todo lo contrario. Algunas veces me doy cuenta de que la única persona que en realidad suelo soportar es a Diana, es un alma joven y aún tiene mucha energía. Y aun así me parece adorable tenerla al lado.
Mis manos solo pasaban sutilmente entre las teclas del ordenador, el recuerdo de sus manos apretando mi cuerpo a su antojo seguía quemando vivo todo el tiempo.
En ese momento me sentí como un volcán activo, quería quemarla conmigo, romperla y hacerla cenizas.
Mi mente en lugar de trabajar en lo que debe, se hace ideas sobre tener a Diana en la cama haciéndola a mi antojo, moldeándola a mi manera.
Mis manos arden imaginando lo que pueden tocar, lo que pueden hacerla sentir, lo que pueden hacerla decir... La imagen de nosotras en la oficina sigue intacta en mi cabeza.
La forma en que mi lengua acarició sus labios y como sus manos bajaron a mi cadera para luego dirigirse por sí solas a mi trasero, era como si estuviera conociendo un lienzo para trazar sus propias líneas. Es algo que no pensaría que mi sutil y tierna, Diana, podría hacer...
- Helena, ¿Sigues en la tierra? - La voz de Elisa, chillona y poco molesta me sacn de mi mente.
- Si, lo siento. Estoy algo distraída. - Volví a concentrarme en mi trabajo mientras Elisa me observaba. - ¿Tengo algo en la cara?
- Tu no pareces estar soltera. - Ignoré eso. - Dime, ¿con quién sales?
- No salgo con nadie. - Mi tono frío se coló por mis huesos tensando hasta mis músculos.
- Esa es una mentira, pero está bien. Tarde o temprano sabré de quien se trata.
Ambas continuamos en silencio hasta que hicimos una pausa para comer algo. Ya pasaban de las cuatro de la tarde, así que optamos por pedir algo a domicilio.
- Sabes, me preocupa un poco mi embarazo sin el padre presente. - Elisa mientras se sentaba en el sofá a descansar un poco empezó a desahogarse.
