-¡Estás loca!

(...)

-Mamá -Diego entró a la habitación, estaba acostada en posición fetal y un dolor insoportable cubría mi abdomen.

-¿Qué?

-¿Por qué no vamos a hablar los cuatro sobre lo del viaje?

-¿Por qué no te mueres, Diego? -en estos días le deseo la muerte a todo el mundo.

-¿Qué demonios? ¡No he hecho nada!

-Diego déjame en paz -sentí el cuerpo de Diego sobre la cama.

-¿Qué pasa? ¿Estás enferma? -hizo pucheros.

-Diego Stoessel, por favor -gruñí.

-Oh... Estás en los días negros -los gemelos siempre le decían así cuando estaba en mis días.

-Son más rojos en realidad -susurré.

-¿Por qué?

-Porque me gusta más el rojo.

-¡Vamos! Tenemos que escoger un lugar todos juntos -saltó en la cama emocionado.

-Voy a tirar una manzana a tu cabeza sí no dejas de moverte.

-Pero tenemos que ir -hizo pucheros- Le diré a Jorge que te haga un té -me levanté de la cama y caminé hasta las escaleras, Diego atrás mío venía cantando una canción. Jorge estaba sentado en la mesa y frente a él estaba León.

-Papá hazle un té a mamá.

-Aw ¿Por qué yo?

-Porque mamá necesita un té -dijo- Está en los días negros.

-No quiero un té -caminé hasta Jorge y me senté en sus piernas. Me gustaba hacerlo.

-Bueno -Diego golpeó la mesa, estaba sentado al lado de León, yo seguía en las piernas de Jorge y con mis brazos al rededor de su cuello.

-Yo quiero ir a... ¡Argentina! -gritó León.

-Yo quiero Japón.

-Yo quiero ir a Italia -Jorge puso sus manos en mi abdomen, estaban calientes y se sentía bien.

-Yo no tengo idea -bufé.

-¡Tienes que escoger uno!

-París -escondí mi cabeza en el cuello de Jorge.

-¡Yo también! -gritó León emocionado.

-¿Diego? -preguntó Jorge.

-Sí, me gusta también -sonrió- ¿Pero podemos ir a Japón algún día?

-Claro -sonrió Jorge. Sus manos se movían despacio en mi abdomen dando calor. Dios lo amaba por hacer esto.

-Mamá esta muriendo -dijo León preocupado.

-Estoy bien.

¿Por qué me dolía tanto? Normalmente sólo estaba un poco gruñona pero ahora dolía como el infierno.

-Creo que es hora de dormir -dijo Jorge.

-Si, ya es tarde -se quejó Diego.

(...)

-¿Estás mejor?

-No, duele como el infierno.

-Sentiría ese dolor por ti -estábamos acostados y Jorge me abrazó- Pero como no puedo sólo sonrío.

-Jorge, eres tan tonto -bufé.

-¿Irás a vivir conmigo? -preguntó.

-No -apoyé mi cabeza en su pecho y Jorge acariciaba mi pelo.

Papá por Accidente.Where stories live. Discover now