Metanoia
Suk Rae tiene el futuro trasado.
Un apellido poderoso, un destino corporativo ineludible y un matrimonio arreglado con Jungkook, el hijo perfecto para cerrar la alianza entre dos familias millonarias. Pero hay algo que no estaba en el guio...
—En uno de los penthouses del centro. Por ahora es más cómodo, por el trabajo.—comento de mala gana. Por que la idea de irme de mi casa es lo que mas me atormenta estos días.
—¿Quieres que te ayude a ver los muebles y demás?
—Jungkook... también se hizo cargo de eso.
Contesto casi en un susurro, dándome cuenta, de golpe, de lo poco cooperativa que he sido en todo lo referente a la boda... y a mi convivencia con él.
—Pienso que lo importante es que ya te diste cuenta de que debes cambiar tu actitud, unnie —dice Woonie con ternura—. Nunca es tarde. Y... si quieres que sea sincera, creo que Jungkook te adora, Suki. En serio.
—Tampoco exageres Woonie. Solo sobrelleva mejor el asunto, eso es todo. Para mí... ha sido muy difícil. A veces aun pienso, cómo sería si Hobi siguiera vivo.
— Suki ya no te castigues con eso... — suspiro resignada— tu... ¿aún lo sigues amando de esa manera? —
—Todos los días. hubiera vivido debajo de un puente Solo por estar con él Woonie, lo juro—
—Lo sé Suki, lo sabemos. Jin Oppa también me lo ha dicho. Que le duele ver como no terminas de superar lo que sucedió a pesar de que ya son años.
—En otra vida Wonnie, me he prometido y a el también que voy a buscarlo y podremos estar juntos.
Sus ojos se llenan de una compasión profunda que me desarma.
—Solo abre tu corazón. Ya no te cierres más. ¿Me lo prometes? —Me pide y yo solo Suspiro, rendida—. Promételo, por favor — toma mi mano con fuerza.
—Te juro que estoy tratando, Woonie.
Tambien apreto su mano porque no bromeo. Quiero vivir tranquila sin el fantasma de alguien que ya no esta y con la esperanza de sentirme otra vez feliz y dichosa.
...
Han pasado días. Aún estamos en China. El trabajo aquí ha sido incluso más demandante que en Corea. A estas alturas ya funciono en automático.
La comida y el sueño que le debo a mi cuerpo ya son una cuenta perdida.
Me muevo entre reuniones, pruebas, traducciones, exposiciones y correcciones como si una parte de mí se hubiera desconectado de la vida y otra simplemente siguiera marchando, obediente.
Todo el mundo parece conservar un mínimo de energía para bromear, estirarse o mirar el cielo por la ventana. Yo, no. Apenas puedo recordar la última vez que comí algo caliente sentada. Ni hablar de dormir más de cuatro horas seguidas.
Cruzo el pasillo del hotel con los ojos medio cerrados, los tacones en la mano, el bolso colgando torcido del hombro. Al doblar la esquina, choco sin querer con alguien.
—Lo siento... —susurro sin levantar la cabeza.
—¿Estás bien? —dice una voz familiar.
Levanto los ojos y veo a yoongi. Cansado, sí, pero no como yo. Él parece funcionar con una calma que a mí me falta. Su camisa está un poco desabrochada en el cuello, el saco colgado del brazo. No lleva corbata. Hay ojeras bajo sus ojos, pero aun así se ve... sólido.
—Solo... cansada —murmuro, esbozando una sonrisa inútil.
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