Es como si el aire se hiciera más denso. ¿De verdad voy a casarme? ¿Con Jungkook? ¿Voy a caminar hacia un altar con su nombre grabado en cada flor, en cada mesa, en cada uno de estos vestidos?

Acaricio el anillo con la yema del dedo. Es tan hermoso... tan frío... tan ajeno.

Intento respirar hondo, pero algo se enreda en mi pecho. Pienso en la fiesta, en todos los que van a verme caminar hacia la culminación de mi libertad...

—Unnie... —escucho a Woonie detrás de mí, su voz como un eco lejano—. ¿Estás bien?

No respondo. Solo sigo mirando el diamante. Tan brillante. Tan pesado.

—¿Suki...?

—Lo siento. Sí, estoy bien. El vestido es hermoso, y tienes razón. Me quedaré con los dos —digo, forzando una sonrisa al personal del taller de diseño.

Terminamos la prueba y salimos directo al centro comercial.

Woonie tiene una lista interminable de cosas que insiste en comprar. Entre eso, claramente, zapatos. La verdad es que ni siquiera había pensado en nada de eso. En un par de días me voy de viaje, y eso ha ocupado mi cabeza más que cualquier otra cosa.

Todos los días, el trabajo exige que me quede hasta altas horas en la oficina, trabajando con Yoongi. Y como prometí que nada interferiría en mi trabajo... de verdad no pensé en detalles como zapatos.

Saco el teléfono del bolso y, sin pensarlo demasiado, escribo:

💬
Acabo de salir de la prueba de los vestidos. Están muy lindos. En serio me gustaron y no sé cómo, pero la talla fue exacta.
Gracias...

Guardo el teléfono.

—Woonie, compraremos todo lo que me sugeriste, pero primero debemos comer algo. Estoy famélica.

Ella ríe y acepta resignada.

Jimin nos lleva en solo minutos a un restaurante. está casi lleno, y aunque tratamos de pasar desapercibidas, hay un par de periodistas apostados cerca de la entrada. Los flashes se sienten como pequeñas punzadas en los ojos cada vez que alguno se atreve a disparar una foto. Ignoro susurros y murmullos mientras nos acomódanos en una mesa pequeña.

—Quiero algo fuerte —murmuro, hojeando la carta de cócteles. Levanto la vista hacia Woonie—. ¿Quieres uno también?

Ella sonríe, algo incómoda, y sacude la cabeza.

—No, gracias, unnie. Mejor no.

—¿Segura? Vamos, solo uno.

Woonie se retuerce un mechón de cabello entre los dedos antes de soltarlo.

—Es que... bueno... —baja la voz, casi como si temiera que alguien más pudiera oírla—. Posiblemente esté... ya sabes, embarazada.

Suelto la carta, emocionada, y casi dejo escapar un pequeño grito, hasta que recuerdo que seguimos rodeadas de prensa.

—¡¿Qué?! ¡Woonie! ¿De verdad? —Tomo su mano sobre la mesa—. Ay, ¡felicidades! Sabes cuánto lo deseabas...

Pero ella no sonríe del todo. Su mirada se pierde en un punto vacío, clavada en su vaso de agua.

—No quiero ilusionarme todavía. Tengo miedo de no estarlo... o, peor aún, de perderlo. Como los otros.

Mi emoción se apaga un poco. Aprieto su mano, suave, intentando contenerla.

—Woonie... mírame —le digo—. Esta vez va a salir bien. Lo sé. Pensemos positivamente: el próximo año tendremos un hermoso bebé a quien malcriar en casa. —La animo, pero Woonie en serio no se inmuta—. Y si no... prometo, esta vez, estar contigo para lo que sea. ¿Sí? Déjame estar, Ji Woo.

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