Jessica apareció detrás de él con una sonrisa de supuesta complicidad.
-Será divertido. Y... bueno, puede que también vaya el nuevo. Lucien.
Bella tragó saliva. Lucien. Ese nombre sonaba como una maldición envuelta en terciopelo. Como una palabra que no debías pronunciar a la ligera. Como si fuera a responderte.
-No sé... -murmuró, pero Mike insistió, y Angela le sonrió con sinceridad, como quien no ve la tormenta que se forma detrás de las montañas. Finalmente, aceptó.
La playa no era diferente a Forks. Tan gris como los cielos, tan fría como el silencio que se formaba cuando Lucien entraba en una habitación. Las olas golpeaban las rocas con constancia fúnebre, como si el mar intentara confesar algo a quien supiera escucharlo. Bella caminaba con las manos en los bolsillos, mientras sus compañeros se reían, lanzaban piedras, se empapaban los pantalones y hacían chistes que no le causaban gracia.
Fue entonces cuando vio a Jacob.
Más alto que la última vez. Más serio también. La calidez de sus ojos aún estaba allí, pero había algo diferente en su piel, en la manera en que su espalda parecía reaccionar al viento... como si estuviera esperando algo.
-Hey, Bella -saludó, sonriendo con esa mezcla de timidez y familiaridad que hacía que todo se sintiera más ligero.
-Bien... -hizo una pausa, y luego añadió con una sonrisa ladina-. Creí que no te gustaba el frío.
-Tampoco me gusta quedarme con preguntas sin respuesta -dijo sin pensar, y luego se arrepintió un poco, pero Jacob pareció notarlo. Se sentaron en la arena, algo alejados del grupo, mirando las olas romperse con una cadencia triste.
-¿Qué preguntas? -dijo él, curioso, como si la palabra "respuesta" lo llevara a un lugar en su memoria que no visitaba a menudo.
-Cosas que no tienen sentido -dijo Bella, encogiéndose de hombros-. Cosas que se mueven muy rápido. Cosas que no deberían existir.
Jacob guardó silencio por unos segundos. El viento agitó su cabello largo. Entonces habló:
-Hay historias... que mi padre siempre cuenta -comenzó con voz baja, como si tuviera miedo de romper algo invisible entre ellos-. Viejas leyendas que ya no nos enseñan en la escuela. Pero que siguen vivas. Aquí. -Se tocó el pecho.
Bella lo miró sin parpadear.
-Dicen que hace muchos, muchos años, uno de los nuestros hizo un trato con criaturas de la noche. Pero no con cualquier criatura. No, este no era un frío cualquiera -dijo Jacob con voz más baja-. Era uno que ni siquiera los suyos comprendían. Un híbrido de sombra y sangre. No bebía por hambre, sino por deseo. No amaba, poseía. No obedecía, gobernaba.
La palabra "obedecía" pareció una burla. Como si le supiera a Edward. O peor, como si le supiera a algo más.
Bella sintió un nudo apretarse en su garganta. La imagen en su cabeza no era vaga. Era nítida. Era él.
-Los ancestros dijeron que vino del otro lado del mar, en un barco cubierto por una niebla tan espesa que no dejaba ver el sol. Traía consigo una mirada que podía hacer arder la piel... y un nombre que no debía pronunciarse en voz alta. Le llamaban el que bebe del pecado, el que arrastra la luz a la sombra.
Bella sintió un escalofrío que no era de frío y la voz de Jacob descendió como una plegaria maldita.
-Donde él iba, los animales huían, los bebés lloraban y los hombres... deseaban cosas que no entendían. Dicen que incluso los vampiros le temen. Que los fríos no se atreven a nombrarlo. Que no envejece. Que no olvida. Y que no perdona.
-¿Y qué pasó con él?
-Nadie sabe. Solo que cuando aparece, las cosas se deshacen. Las familias se rompen. Las personas se vuelven desconocidas. Porque no busca alimentarse... busca arrastrarte con él.
Una ola se estrelló contra las piedras con un rugido más fuerte de lo normal. Bella bajó la mirada. Pensó en los ojos azul pálido que parecían atravesarla. En el modo en que Edward se tensaba cuando él entraba. En cómo Alice no sonreía desde que Lucien llegó. En cómo todos parecían convertirse en otros.
Bella sintió un escalofrío bajar por su columna.
-¿Y por qué me cuentas esto? -preguntó con fingida ligereza, aunque sus dedos estaban helados.
Jacob se encogió de hombros.
-Es solo una leyenda -dijo Jacob, como un suspiro-. Pero a veces... las leyendas respiran más fuerte que la realidad.
Bella no respondió.
Porque en su interior, ya no parecía una historia.
Parecía una advertencia.
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Escribir por celular me es complicado, realmente complicado, ya que a veces me es difícil quitar los separadores para poner otros, separar palabras, las revisiones porque no me deja estar edite y edite, me complica demasiado la existencia.
Lo odio, pero trataré de manejarlo mejor, una vez más, acá un capítulo para ustedes, espero lo disfruten mis amores.