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El taxi me deja a unos metros del aeropuerto de Philadelfia, por lo que me veo obligada a caminar hasta la entrada. Un oficial de policía que vigila desde la puerta me escanea de pies a cabeza cuando paso a su lado, como si mi apariencia sugiriera que pudiera tratarse de un potencial terrorista.

Ciertamente, este aeropuerto es enorme, pero aquello ya lo había comprobado cuando taconeaba por sus pisos de mármol, apenas llegada de Nueva York, días atrás.

¿Qué tanto tardaré aquí? es lo primero que se cruza por mi mente, mientras camino hacia la primera barra de consulta donde cuatro jóvenes mujeres con blazers azules operan sus computadoras. Sin embargo, para averiguar aquello solo basta con observar a la fila de sillas ocupadas por más personas que tienen objetos barra pertenencias en el aeropuerto. Sé que el día se tornara exhaustivo, sobretodo porque nunca fui una persona tolerante ni paciente.

Me pongo en la corta fila para consultas y en cuestión de minutos (gracias a Dios) una de los trabajadores levanta la vista para poner su atención en mí.

- ¿Que necesita?-cuando dice aquello sonríe, enseñando sus dientes blanqueados.

-Mi auto está retenido aquí. Llegué a la ciudad hace menos de una semana y hoy le han avisado a mi novio que el coche ha sido trasladado y retenido aquí para que yo firme unos ''papeles".

- ¿Nombre y apellido? ¿Documento de identidad?-sus ojos viajan hacia el ordenador. Prepara sus esqueléticos dedos sobre las teclas para escribir lo que le dicto.

-Skylar Evelin Jones-y después, le digo numero por numero mi DNI-. Evelin va con ''i'' latina.

-Ya la encontré. Permítame su permiso para conducir-revuelvo la cartera en búsqueda del permiso Al final, lo encuentro entre una tarjeta de crédito.

La impresora que está a su lado comienza a sonar en cuanto ella hace un clic y me entrega la hoja impresa.

-Puede tomar asiento, la llamaremos cuando sea su turno.

Siento la necesidad de coger una silla vacía y echársela por la cabeza por hacerme creer que todo se concretaría rápidamente, pero para mí mala fortuna, me separa de ella un vidrio blindado que no podría romperse ni aunque lo golpeara con el pan de ayer.

En cambio, accedo a regañadientes a tomar asiento en la silla y a esperar, mirando el techo como entretenimiento.

¿Es que no pueden ni poner una tele para el bien de los que tienen que esperar aquí?

Lo único que cuelga de la pared que tengo en frente, además de carteles que te guían por el aeropuerto, es un reloj común que marca las once y cuatro de la mañana. Mi hora para ver Master Chef.

Pasan unos cuarenta y tres minutos cuando vuelvo a escuchar mi nombre pronunciado en boca de la operadora de los dientes perfectos. Me encuentro casi dando un brinco de la silla para acercarme a la caja más rápido.

- ¿Y bien?-pregunto, ansiosa por regresar a casa con mi coche y almorzar con Louis-. ¿Ya está?

-De hecho...no-aprieta los labios en una mueca de insatisfacción-. Los papeles que necesita firmar antes de recibir su automóvil no puedo dárselos yo. Esto significa que deberá ir hasta la sala general donde los pasajeros muestran sus pasajes o los compran y le dará esto a la autoridad-me pasa un papel por un hueco del vidrio que nos separa-, para que le den los papeles y el coche. ¿Sabe cómo llegar?

-Creo que sí, gracias por la atención-invento una sonrisa falsa antes de echarme a caminar.

Estoy cansada de dar vueltas por este lugar.

KeeperWhere stories live. Discover now