Capitulo #32

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Los coloridos sube y baja están además de oxidados, cubiertos por agua. El césped comienza a inundarse y la lluvia cae cada vez con mayor intensidad. Las pestañas me pesan con el agua que se acumula sobre ellas, el saco donde tengo mi celular y otras pertenencias esta empapado y mi cabello es historia.

Pero no me importa.

No me importa en absoluto.

Una mujer con su hijo pequeño pasan corriendo frente a mí, resguardados por un paraguas azul y nada más que su propia compañía. La mano de la mujer esta agarrada fuertemente sobre el antebrazo del niño, apurándolo para huir de esta terrible tormenta. Ambos llegan a la esquina de la calle, donde un Nissan los acoge. Se van.

Ahora estoy sola en este parque. Siempre me pregunte como se vería este gran parque vacío, puesto que es tan conocido en la ciudad que no hay momento del día en que circulen menos de cincuenta personas. Ahora lo veo, borroso por la lluvia y prácticamente inundado, pero lo veo. Sonrío al recordarme sobre la calesita de caballos, junto a mis padres, que tenían que capturar cada segundo del momento o parecía que vendría el fin del mundo. Ellos se abrazaban y me saludaban cuando yo aparecía frente a ellos y yo sonreía para cada foto, aunque recuerdo haberlas odiado.

Ahora este lugar de recuerdos es solo mi lugar para llorar sin ser escuchada, mi refugio para liberarme de cualquier crítica y...donde realmente puedo ser yo, sin esa sonrisa que decora mi cara todos los días. Lloro por Beth, lloro por Dean y lloro por todo lo que está mal en este mundo. Las lágrimas huyen desesperadas de mis ojos y mientras sollozo con todo lo que da mi alma, escucho como salen por mi boca unos horribles sonidos  de desesperación. Soy de esas personas que siempre lloran en silencio, pero ahora, ahora no lo puedo callar ni con una cinta en la boca.

Este banco de madera me da un mayor aire de soledad, junto con la ropa negra que llevo por casualidad. El cielo gris le confiere al día un atuendo de tristeza. Es como si fuera mi día para llorar desconsoladamente. Entonces pienso: ¿Que haría sin una madre? ¿A quién contaría cada cosa que me pasa en el día y mis peores momentos? ¿Quién sería la abuela de mis hijos? Estas y más preguntas que llegan a mi cabeza como flechazos me hacen llorar más, hasta que siento un extraño dolor en el estómago que me obliga a retorcerme. Probablemente este dolor en el corazón nunca cese, o por lo menos hasta saber que mi madre está bien.

Después esta mi hermano, que tanto ansió de ver. Recuerdo como si fuera ayer el momento en que lo vi por última vez.

Tomó la chaqueta de cuero de la silla, con una extraña cara de ansiedad. Hacía días que tenía las ojeras marcadas por debajo de los ojos y las uñas cortas de tanto mordérselas. Robert estaba tan cansado de pedirle que no salga a esas fiestas clandestinas que ya ni se inmutaba del comportamiento de su hijo. Ambos se llevaban pesimamente desde el día en que Dean fue suspendido del colegio por fumar marihuana en el baño; si se comunicaban, era para comenzar una pelea y si se tocaban, era para golpearse. Robert jamás fue un mal padre, pero Dean lo sacaba de sus casillas.
— ¿Adónde vas esta noche?—le pregunte desde el sofá, entretenida con un juego de mi celular. No sé ni para que preguntaba, si siempre contestaba lo mismo.
—Donde no te importa—respondía. Recibía esa respuesta por octogésima vez y no pude evitar rodear los ojos. Salió al jardín con la mochila en la espalda y regreso minutos después, con un asqueroso olor a tierra en la ropa. 
—Sé que Robbie y tú no van de la mano, pero no tienes que hacer esto para fastidiarlo. —dije entre un suspiro. Levante la mirada del celular para mirarlo. Por primera vez en varios meses estaba observándome sin correr la mirada.
—Esto no es para fastidiarlo a el—respondió, con toda la tranquilidad del mundo. Por un segundo, pude ver al antiguo Dean Jones. Luego sus cejas se fruncieron y supe al instante que el nuevo e irritante Dean había regresado—. Se trata de mí. 
Acto seguido agarro las llaves de su pequeño y desvencijado Fiat, camino hasta la puerta de entrada y antes de irse, se volvió hacia mí.
—Esto es por mí—repitió y la puerta se cerró. 

KeeperWhere stories live. Discover now