━ 💌: Maybe I'm mistaken

Mulai dari awal
                                        

Cerró los ojos.

La carta. Los brownies. El momento en que estuvo a punto de desmayarse solo por ver cómo Daniela la miraba. No de forma cruel. No exactamente. Pero tampoco con esa mirada que había imaginado cuando escribió cada línea. Esa que se había inventado tantas veces en su cabeza.

Y ese maldito "Soph..." que no llegó a completarse.

Qué estúpida.

Se giró, con los ojos clavados en el techo, y sintió cómo la presión en el pecho se le volvía insoportable. Ese vacío exacto que te deja saber que ya no hay nada que puedas hacer. Nada que decir. Daniela no había dicho nada porque no sentía nada. Porque todo lo que para Sophia era fuego, para ella apenas fue una brisa extraña.

Sophia se cubrió los ojos con el antebrazo, pero las lágrimas llegaron igual. Silenciosas, calientes, una tras otra. No era la primera vez que lloraba por alguien, pero esto dolía diferente. Porque no era solo rechazo. Era la anticipación del rechazo. El saber que aún no lo había dicho, pero que lo haría. Porque Daniela era buena. No iba a burlarse. No como otros. Pero...

¿Qué tal si cambiaba?

¿Qué tal si, después de esto, ella también empezaba a mirarla como los demás? Como esa chica extraña que escribió una carta demasiado intensa. Esa que había confundido todo. La que creyó que podía gustarle a alguien como Daniela.

El pensamiento le dolió tanto que se encogió sobre sí misma. Sintió vergüenza. De su ilusión, de su esperanza. De sí misma.

Y lo peor no era eso.

Lo peor era que no podía odiarla.

No podía dejar de pensar en ella.

Ni aunque se esforzara.

Ni aunque quisiera arrancarla de su piel como un perfume que ya no debía llevar. Seguía ahí. Daniela seguía ahí. En la risa que se le escapaba en los ensayos, en la forma en que se ataba el cabello antes de correr. En cómo sostenía su cuaderno de historia con una mano como si no importara, pero tenía todos los bordes marcados con pequeñas anotaciones.

Era molesto. Injusto.

Ver a alguien todos los días sabiendo que nunca va a ser tuyo. Ni siquiera un poco. Ni siquiera en tus mejores sueños.

Y aun así, desearlo con una fuerza que te hace llorar.

Y entonces, con los ojos cerrados, deseó por un segundo poder irse. Ser otra persona. Una que no se arruinara sola. Una que no soñara tanto con lo imposible.

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Sophia se removió bajo las sábanas, los ojos hinchados, la garganta seca, el cuerpo pesado como si hubiese corrido kilómetros extras la noche anterior.

Se incorporó con lentitud. La manta que la cubría estaba cuidadosamente colocada sobre sus hombros. Al girar la cabeza, vio en la esquina de su cama algo que no había notado al caer rendida: su medalla del evento deportivo, colgada con delicadeza del borde del respaldo de madera. Sonrió débilmente.

Su padre había pasado por ahí.

Se frotó los ojos con la manga del buzo mientras se sentaba al borde de la cama, tomando aire. El suelo frío le recordaba que el mundo seguía girando, aunque por dentro todo le doliera un poco. Fue a ducharse y prepararse.

Tiempo después bajó a la cocina. El olor a café y pan tostado llenaba el aire. Su padre estaba frente a la hornalla, revolviendo algo en una sartén. Apenas la vio entrar, le sonrió de costado.

𝑫𝑬𝑨𝑹 𝒀𝑶𝑼, 𝑰 𝑳𝑶𝑽𝑬 𝑼Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang