━ 💌: Maybe I'm mistaken

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—Chica, vas a comerte tu propio labio si sigues así.

La voz de Manon rompió el silencio del Uber como una gota de agua cayendo de la canilla. Daniela parpadeó. Apenas. No había dicho una sola palabra desde que subieron al auto. Solo seguía mirando por la ventana, con el envoltorio rosado de los brownies apretado entre los dedos.

Cada tanto se mordía el labio inferior. Con fuerza. Como si así pudiera contener algo: una palabra, una emoción, o la lágrima que le tensaba el párpado izquierdo desde hacía unos minutos.

—Dani —insistió Manon, esta vez un poco más bajo—. No vas a hablar de eso en todo el camino, ¿verdad?

Un par de segundos. Un suspiro apenas audible.

—¿De qué quieres que hable?

—De eso que te está quemando por dentro. Llevas como diez minutos mirando ese pastelito como si fueras alérgica al gluten y fuese a matarte.

Daniela soltó una sonrisa débil, más triste que divertida. No dijo nada.

Manon la observó de reojo. El auto ya doblaba por la calle donde vivía. Afuera, la ciudad se deshacía en luces naranjas y el sonido tenue de una canción por la radio. Cuando bajaron, tras pagarle al conductor, caminaron juntas en silencio hasta el apartamento. Daniela iba a quedarse allí un rato, hasta que su madre saliera del trabajo a recogerla.

Manon abrió la puerta, dejó la mochila en el sofá y se volvió con calma.

—Voy a avisarle a Lena que ya llegamos —dijo en voz baja.

Caminó por el pasillo hasta la habitación del fondo y tocó dos veces antes de asomar la cabeza.

—Hey, ya estoy en casa. Dani va a quedarse un rato hasta que pase su mamá.

Lena, sentada en el escritorio con una taza humeante entre las manos, giró un poco la silla.

—Justo acabo de hacer té —respondió, amable—. Dejé agua caliente en la cocina, por si quieren.

—Gracias —sonrió Manon, y volvió a la sala.

Daniela seguía de pie junto a la puerta, abrazada a sí misma. El envoltorio rosa colgaba flojo de su mano.

—¿Quieres té?

—Estoy bien.

—No —dijo Manon, mirándola con firmeza—. No lo estás. Dani, sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?

Daniela dejó caer la mochila sin responder. Caminó hasta la mesa de centro, colocó con cuidado los brownies que Sophia le había dado, y luego se volvió hacia su mejor amiga. Manon ya la esperaba con un brazo extendido, guiándola sin apuro hacia la cocina. El ambiente cálido de la casa, los ruidos lejanos y la familiaridad del gesto la hicieron ceder.

Manon sacó dos tazas de la alacena y se tomó su tiempo escogiendo un té. Luego sirvió el agua con lentitud, como si supiera que Daniela necesitaba esos segundos de silencio para ordenar lo que estaba a punto de decir.

Ya sentadas a la mesa, con la bebida humeante entre las manos, Daniela respiró hondo. Miró el vapor escapar de la taza.

—Comienza cuando quieras —alentó Manon, apoyando los codos sobre la mesa, con el mentón en la mano y los ojos puestos en ella.

—No sé qué hacer —admitió la rubia.

—¿Con qué, específicamente?

—La razón por la que estoy así.

—¿Esa razón tiene nombre? —preguntó Manon, dándole un sorbo a su bebida para ocultar una pequeña sonrisa. Pero Daniela la notó de inmediato y le dio un suave pellizco en el brazo.

𝑫𝑬𝑨𝑹 𝒀𝑶𝑼, 𝑰 𝑳𝑶𝑽𝑬 𝑼Where stories live. Discover now