—No voy a hablar contigo, Riddle. Ya te lo he dicho millones de veces: no me interesa.

Su voz fue cortante. Definitiva. Y por un segundo, dolió más que cualquier hechizo.

Pero entonces lo noté.

En sus manos —y también en las de Hermione— había cortes finos pero profundos, con frases largas apenas visibles entre la piel inflamada. Frases que se marcaban como castigos, como cicatrices vivas.

Fruncí el ceño, ignorando el rechazo por un instante.

—¿Estás bien? —pregunté, bajando la voz, intentando alcanzar su mano con la mirada, no con la fuerza.

Celia reaccionó de inmediato. Miró a Hermione con rapidez y ambas ocultaron sus manos debajo de la mesa.

—No —respondió al fin, con una frialdad amarga que me atravesó el pecho—. No estoy bien.
Y es tu culpa.

-Está bien... si no vas a hablarme más, no me hables. Pero tarde o temprano vas a volver a mí, Celia Diggory.
Yo lo sé. Tú lo sabes. Y todos lo saben.

Lo dije con desesperación, como si las palabras pudieran forzar una verdad que en el fondo ya comenzaba a resquebrajarse.

Celia me miró. No con rabia. No con ternura. Sino con algo mucho peor: confusión. Como si ya no supiera quién era yo... o quién había sido para ella.

Y entonces simplemente apartó la vista. Bajó la mirada hacia su libro, como si yo no estuviera ahí.

—Vete —susurró, sin levantar la voz ni los ojos. Pero esa única palabra me golpeó como un portazo.

Rodé los ojos, intentando fingir que no dolía. Fingiendo que no me partía en dos. Me di la vuelta y me dirigí hacia la enfermería, arrastrando conmigo una sensación de vacío que no se iba.

Al entrar, todo estaba en su sitio, como siempre. Los frascos alineados. Las vendas. Los instrumentos perfectamente limpios.

Y entonces lo recordé.

La primera vez que Celia curó mis heridas.

Sus manos temblaban, pero era cuidadosa. Me preguntaba si dolía, aunque ya lo sabía. Me miraba como si no fuera un Riddle... como si simplemente fuera yo.

Ahora, todo estaba igual. Menos ella.
Y menos yo.

Sin darme cuenta, me había quedado dormido en una camilla. Todo era silencio hasta que un ruido me sacó abruptamente de ese refugio improvisado.

—¿Qué haces aquí? Eres un maldito psicópata acosador —escuché su voz. Fría. Filosa como siempre.

Parpadeé, medio incorporándome.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Venía por mis cosas —respondió con desdén, mientras tomaba unos libros de medicina y una chaqueta rosa pastel que siempre llevaba a la enfermería.

La observé por un momento. No sabía si era el sueño, la luz tenue o la nostalgia, pero todo en ella parecía distante. Intocable. Como si se estuviera alejando de mí más allá de lo físico.

—¿Te duele mucho? —pregunté, rompiendo el silencio con cuidado.

—¿Qué cosa?

—Tu cicatriz...

Celia se detuvo solo un segundo, pero su voz no vaciló.

—Ya lo preguntaste.

Estuvo a punto de irse. Lo sentí. Vi cómo su cuerpo se giraba hacia la puerta, cómo sus pasos se preparaban para alejarse. Pero no podía dejarla ir. No esta vez.

Little DEVIL|||Mattheo Riddle ꨄ PART 1 [✔️]Where stories live. Discover now