Capítulo XXXVII: Padres

Start from the beginning
                                    

─Cariño, t-tu ti-tienes que ser fuerte. ─ respondió con lágrimas en sus ojos, mi hermana lloraba aún más fuerte.

─¿Qué ha pasado? ¿Está todo bien?─ seguí, sin entender aún lo que sucedía.

─Papá... papá ha muerto en Afganistán.─ gritó desesperadamente mientras escondía su cara en la cabeza de mi hermana. Comencé a llorar esperando que nada fuera cierto, pero la mirada baja del soldado que seguía en la puerta me aseguraba la verdad.

Mis padres llegaron antes de que nosotras naciéramos al mundo mundano, cuando se acababan de casar. Llegaron a algo llamado Estados Juntos o algo por el estilo y ellos los acogieron muy bien desde su ingreso allá. Ellos tenían una vida feliz y normal después de todo lo que habían hecho para llegar hasta allí, pero mi padre siempre se sintió en deuda con la nación por todo lo que habían hecho por ambos, por mi madre y por él.

Así decidió unirse a la marina, para de alguna forma agradecerles y salvar la deuda con su nuevo país adoptivo.

Pudo haberse quedado con nosotras, pero decidió hacer lo que él pensaba correcto; así era mi padre, o al menos así lo recuerdo.

Ese día, unas bombas habían impactado en uno de los lugares en dónde muchos soldados se encontraban, incluso él. Hubieron muchos heridos, pero más fueron muertos. Allí estaba mi padre.

Me fui a dormir esa noche consternada, mientras mi madre sollozaba desde el otro lado de la habitación, intentando no hacer mucho ruido. De mis ojos sólo salían lágrimas, pensar que no pude despedirme de él y que no se lo merecía porque sólo quería ayudarnos a todos, es algo que siempre me va a triturar el corazón. Lehia se quedó dormida entre sus propios llantos, mientras yo lloré tanto que creo haberme quedado sin lágrimas.

Nunca pude soportar el hecho de que mi padre hubiera muerto, sobre todo porque lo que estaba haciendo lo hacía por todos, por nosotros, para ayudar a los demás, y en forma de agradecimiento. Siempre lo he extrañado, al igual que a mi madre.

A mi padre lo enterraron pocos días después, en una ceremonia especial para todos los soldados muertos. Ese día Lehia, mi madre y yo llorábamos como ninguna otra familia. Pensar que tanto sacrificio no sirvió de nada, era algo que mi madre no podía soportar, pero yo era muy pequeña como para entenderlo, ni siquiera Lehia lo comprendió del todo.

Después de eso, ya nada volvió a ser igual. Después de vivir un par de meses en la oscuridad, mi madre enfermó.

Estaba muy enferma, y cómo sólo estábamos nosotras tres, nada podíamos hacer. Intentábamos ayudar, pero era demasiado para sólo dos niñas como nosotras.

Fue cuando después de dos meses de vivir en esa enfermedad, bajo nuestro único cuidado, en el que sería su último día de vida, decidió llamar a mi abuela Narissa; ella sabía que no le quedaba mucho tiempo.

La abuela se suponía vendría a ayudarnos con la enfermedad de nuestra madre. Pero en la tarde, mientras buscaba algo qué comer, Lehia comenzó a gritar de manera desenfrenada y cómo si no hubiese un mañana.

—¡Lynn!, ¡No reacciona, no reacciona!— Sollozó desde la sala. El cuerpo de mi madre seguía sobre el sofá, yo corrí hacia ella intentando ayudar, pero de pronto se escuchó el timbre.

We're DifferentWhere stories live. Discover now