2🥀 | 2 de Septiembre

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Espero que no.

Entramos y pasamos por recepción a por las llaves de mi habitación. Missie no para de mirar a todos lados, con una gran sonrisa en los labios. Creo que le gusta este lugar.

—Tu habitación es la numero 52 —me informa, la encargada del lugar, y me entrega la llave—. Tu compañera ya se ha instalado, seguro que os llevareis genial. ¡Bienvenida a la residencia!

—Gracias.

Nos acercamos a un gran panel y miramos en que planta queda la habitación que me han asignado. Subimos en el ascensor, hasta la segunda planta, y buscamos la habitación número 52. Tras recorrernos casi toda la planta la encontramos.

Abrimos la puerta y dejamos las cosas en el suelo, en la zona de la habitación que está vacía, ya que la parte izquierda ya está ocupada por las cosas de mi compañera.

Ella no se encuentra en la habitación y lo agradezco, así podremos colocar todo sin interrupciones.

Al lado de cada cama, hay una mesita de noche de madera. La mía está vacía, pero mi compañera tiene un montón de cosas esparcidas por ella. Consigo ver un despertador, un reloj de pulsera y varios pendientes, como si hubiera sacado todos ellos para probárselos y se hubiera olvidado de guardarlos.

Cada una tenemos un armario individual, del mismo estilo que la mesilla, y al abrirlo descubro que es bastante espacioso. Me viene perfecto, porque he traído bastante ropa.

Frente a la ventana, hay un gran escritorio, lo suficiente grande para que las dos coloquemos nuestras cosas en él. Mi compañera ya tiene colocados todos sus libros de clase en un extremo del escritorio y su portátil.

—Creo que es hora de irnos —Mi padre mira su reloj de pulsera y asiente—, te dejamos instalarte tranquila.

Mi madre me abraza de nuevo y Missie mueve su mano de un lado a otro diciéndome adiós, cuando me ve hacerlo a mí. Ellas dos salen de la habitación y mi padre se despide de mí dándome un beso en la frente.

—Cuídate, ¿de acuerdo?

—Sí —Cuando la puerta se cierra, me dejo caer en la cama.

Ya es oficial.

—¡Soy universitaria!

Dejo de vaguear y me levanto de la cama de un salto. Me agacho enfrente de las maletas y las abro para empezar a colocar la ropa en las perchas. Estoy tan metida en la música que está sonando de fondo, que no escucho que alguien ha entrado en la habitación.

La puerta del armario me impide ver quien es, así que doy media vuelta con tan mala suerte que me golpeo la cara con la puerta. La cierro y me froto la zona afectada.

Mi mirada instantáneamente se encuentra con la que supongo que es mi compañera de habitación y no dejo de observarla mientras se acerca a mí y me pregunta como estoy.

—¿Te has hecho daño?

—No, tranquila.

—Este armario es el peor de la habitación —ríe.

—¿Y eso por? —río con ella.

—En un principio ese lado de habitación me tocaba a mí, pero mi novio se estampó también con la puerta del armario en la cara y cambié de lado —Sonríe—. Espero que no te importe, mi armario se abre de otra manera mira.

Se acerca a su armario y abre una de las puertas correderas.

—No te preocupes, me acostumbrare. Gracias por el aviso.

Las dos reímos y nos miramos la una a la otra. Ella no tarda en sonrojarse y se recoge un mechón de su cabello pelirrojo por detrás de la oreja. Lleva el pelo corto, más o menos por los hombros, y lo tiene rizado. Aunque algunos rizos le caen por la frente, percibo que sus ojos son grandes y de color ámbar, a juego con su pelo. Su piel es clara, aunque algunas zonas están sutilmente bronceadas por el sol.

Otra oportunidad para el amor | Bilogía Otra oportunidad #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora