1. Capítulo 1: Everard (2ª Parte)

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—Everard cobra vida de noche —informó Castiel—. Es un buen lugar para conseguir información.

Los chicos caminaban con seguridad, como si conocieran el lugar al derecho y al revés y nos sumergieron en estrechos y oscuros callejones, cada vez más alejados de los coloridos estantes y locales que antes nos daban la bienvenida. Fue unos minutos después que nos detuvimos en un iluminado local en cuyo letrero principal relucían las palabras: El silencio es nuestra voz, y en donde personas con exóticas ropas ingresaban.

Dentro, me encontré con lo que mis sospechas indicaban. En mi mundo se llamaba burdel a ese tipo de lugares. Hermosas mujeres de todas las razas se paseaban con vestidos de sedas transparentes y hombres caminaban con pequeños y raudos pentalones, que muy poco ocultaban a la vista.

—Realmente, chicos, ¿por qué? —intenté formular una frase ante la vergüenza que invadía mi cuerpo.

Si Yamato supiera en donde me encontraba ahora...

En momentos como esos me cuestionaba por qué era tan curiosa. Kim diría que siempre estaba ávida de información y mi padre me diría chismosa o cotilla.

Gracias al cielo me había puesto esa ropa, porque aunque reveladora, por la tela y elegancia de la misma, al menos pasaba como cliente y no como empleada del lugar.

—Somos adultos, tenemos necesidades —dijo Castiel al guiarme a una de las mesas circulares con tres sillas—. Siéntate y espéranos, buscaremos bebidas. No tomes o comas nada de nadie.

Rodé los ojos ante lo común que sonaba eso y me pregunté que sería lo que podrían darme aquí. En mi mundo, droga obviamente, en Umbrarum, quién sabe.

Me senté, sabiendo que volver sola no era una opción —teniendo en cuenta que no me molesté en memorizar el camino—, y me dispuse a, sin otra opción, analizar el lugar. Las mujeres y los hombres servían tragos, algunos hacían trucos con ellos y recibían monedas de diferentes metales y otros bailban en las mesas una música que no sabría describir. Era una mezcla entre lo céltico con lo oriental, pero lo suficientemente movido para que los bailarines se deslizaran en sinuosas telas. Había piedras por todos lados y muchos de los comensales portaban piedras en sus cuerpos. Era un espectáculo atractivo y demasiado sensual. Obviamente, el lugar era mucho más grande de lo que pensaba y podría jurar que muchas parejas —tríos y hasta grupos— desaparecían tras velos que cubrían las entradas a largos y estrechos pasillos.

Las mujeres se pavoneaban de mesa en mesa, con movimientos sensuales para vender sus cuerpos, notablemente visibles bajo la fina seda, y algunas más valientes derramaban el líquido sobre sus cuerpos.

No podía reconocer la diferencia entre las criaturas, pero al menos por las alas y orejas de algunos sabía que hadas y elfos, respectivamente, no faltaban.

—¿Estás sola? —preguntó una voz masculina y en segundos un hermoso hada de gran estatura y tez perlada se sentó en frente de mí.

Desnudo, salvo por un taparrabo —o algo similar—, el hombre era bastante cautivamente. Aunque no superaba la belleza de mis amigos. Tenía pinturas en su piel y lo que parecían piedras. Debía ser difícil poner de esas.

—No necesito sus servicios, pero gracias —dije, volviendo mi vista a los alrededores, tratando de ubicar a los idiotas de Castiel o Brennan.

Me regaló una sonrisa traviesa, resaltando aquellos enigmáticos ojos color grisáceos y entonces supe que sacarlo no iba a ser una opción.

—Adivino... esperas a alguien y estás deseando que llegue pronto, no tienes idea de dónde estás, quieres salir corriendo, pero tu curiosidad es superior a tus reservas...

—¿Có-cómo? —balbuceé, considerando el que los entrenamientos con Cassie no fueran tan efectivos. El tipo dedujo cada cosa que pensé.

—Rigel para ti, lector de auras para el resto. Así que ahora que estamos en la misma página, ¿puedo complacerte en algo?

—Sí —respondí con una falsa sonrisa, maldiciendo cada segundo al elfo que me dejó sola—. ¿Qué has escuchado estos días?

—Ávida de información, definitivamente no una gran cualidad, si me permite decir, señorita...

—Solo señorita, no le interesa mi nombre.

—Oh, somos quisquillosas. Creo que empiezas a gustarme.

—El sentimientos no es mutuo.

—Entonces te costará un Pervum —pidió al acercar su rostro al mío.

—Acepto —No sabía si era buena idea derrochar el dinero que mi padre nos dejó, pero necesitaba información de calidad y, gracias a lo que me había explicado Cassie, al menos podía asegurar que lo que él me dijera era cierto—. Quiero saber sobre todo lo que está ocurriendo en los alrededores

—Está bien, hermosa —guiñó el ojo, al tiempo que apoyaba su cabeza en el dorso de ambas manos, dejando caer su cabellera castaña sobre sus hombros. Debía admitirlo, las hadas eran seres con una belleza indiscutible—. Se anunció un heredero en el reino élfico, no permiten la entrada de nadie, a menos que tenga invitación explicita de los reyes.

—Dime algo que no sepa...

—La corte del sol es un caos, claman por su reina y eso significa que harán lo que esté a su alcance, e incluso más, para encontrarla. Iris anunció que la corte de las flores estaba debilitándose y que, muy probablemente, habría cambios en la misma. Hay tres de los cuatro elegidos, si no aparece el último no se auguran buenos resultados.

—¿Pero saben a quién buscan? ¿No es cómo buscar una aguja en un pajar?

—Una reina no puede ocultarse, su espíritu siempre estará por encima de los demás y, quiera o no, la van a encontrar. Están ofreciendo recompensa por quién de información de su paradero. Cassiodora no se ocultará por mucho tiempo, no podrá hacerlo... —aseguró en un tono tan bajo que me hizo estremecer.

Mis parpados empezaban a pesar y toda aquella curiosidad que antes me consumía empezaba a convertirse en el más puro y real horror. Mis piernas no obedecían y por más que intentaba abrir mis labios para suplicar por ayuda, sentía que mi boca había sido sellada con pegamento.

Volví mi vista al hombre frente a mí, más los que antes eran unos grisáceos ojos, ahora estaban completamente inyectados de sangre y sus manos dejaron de serlo para convertirse en garras.

—Y tú tampoco, Ilora de Normandia.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Where stories live. Discover now