Tom.

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– ¡Me veo ridícula!

Gritó Valentina, la verdad es que si lucía un tanto ridícula con aquél suéter tejido de un árbol de navidad enorme en la parte de enfrente.

– ¿Qué dices? Nada en mí podría verse ridículo. Vamos, es navidad, todos en mi casa lucen de esa manera.

Gruñó con frustración, nunca me hubiese imaginado a Tina preocupándose por cuestiones de moda o el qué dirán, pero parecía bastante agobiada, como la última vez que habíamos visto a mamá, parecía que la idea de conocer a toda mi familia la ponía bastante nerviosa.

–Aún faltan unas cuatro horas ¿sabes? No entiendo porque ya te estás arreglando.

– ¡Yo no entiendo porque aún no te estás vistiendo! ¿No se supone que ya estás en tu periodo?

Me sonrojé por completo, no me gustaba que me lo recordaba, por suerte el ejercicio y la comida sana habían ayudado a disminuir el dolor de lo que parecía ser mi tortura personal.

– ¡No es mi periodo, es tuyo! Yo solo lo tome prestado.

–Un hombre en su periodo, si las mujeres supieron de esto seguramente ya estaría recibiendo yo un premio Nobel de la paz o algo así.

Arrugué la nariz y le di un pequeño golpe en el brazo.

–En cualquier caso, si alguien recibiera un premio sería yo por padecer estas situaciones.

Los dos comenzamos a reír y aquello ayudó a aligerar el ambiente tenso que se había provocado por el hecho de pasar la navidad con mi familia, aún faltaban dos días y el plan había sido que en el peor de los casos si todavía para año nuevo no habíamos vuelto a nuestros cuerpos, Valentina me acompañaría hasta Italia para estar con toda su familia.

–Por favor dime que no le has hablado mal de mí a tus hermanas.

Aquello me tomó por sorpresa, odiaba que Valentina pensara que había hablado cosas terribles de ella con todas las personas que conocía –en parte era cierto, pero ella no tenía por qué saberlo-, porque en caso de que ella se enterará de una sola persona más, estaba seguro de que no me perdonaría nunca y esta vez sería definitivo.

Hesité un poco en dar mi respuesta, ¿debía decirle la verdad? ¿Hacerme el tonto si alguna de mis hermanas hacía algún comentario?

–No..., no lo he hecho.

–Cuando eres yo, te vuelves terrible mintiendo. Dime la verdad Thomas, no pienso molestarme... ya no, lo prometo. Sólo quiero que no me tomen en curva.

Suspiré con fuerza, intentando lucir relajado aunque sabía en lo más profundo de mí que se molestaría.

–De acuerdo, hablé un poco de ti con Emma, pero ella... supongo que ya debe haberlo olvidado, de verdad se lo dije hace mucho y muy esporádicamente.

Mentí, en realidad me la había comido viva pero eso ya lo había dejado en el pasado.

–¡No me mientas!

–¡Lo juro!

Me miro de una manera que jure memorizar para mi próxima película como Loki.

–¡Bien! Si, hablé mal de ti con mi hermana, pero intentaba hacerla reír ¿de acuerdo? Y ahora lo siento mucho, déjame llamarla por teléfono para pedirle que no se extrañe de qué lleguemos juntos a casa de mi madre.

Valentina comenzó a reírse a carcajadas y negó con la cabeza.

–No lo hagas, no seas tonto. Ahora ve a cambiarte.

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora