Valentina.

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Dos días después de haber pedido vacaciones Tom a penas y me dirigía la palabra, lo cual era completamente extraño ya que era él el que hacía el mayor esfuerzo en eso de caernos bien.

Lo escuché haciendo ejercicio en la sala y me acerqué con cautela.

—Hola.

—Estoy ocupado.

Fruncí la boca, ¿y ahora qué diablos pasaba? Fui hasta el refrigerador y saqué una botella de agua bien fría, la llevé hasta la sala como una ofrenda de paz de una ofensa que no recordaba haber cometido.

—Te traje un poco de agua.

Murmuré como una niña a la que acaban de reñir... ¿o debería decir niño?

—Déjalo en la mesa.

Respondió él con frialdad sin dejar de hacer sus ejercicios.

Si no fuera mi trasero ya le hubiera metido la botella...

Ahogué el enojo y salí de la sala para poder empacarle ropa para la semana en su casa, aunque debía admitir que él tenía buen gusto, lo cual comenzaba a asustarme, pero lo que de verdad me asustaba era el tiempo y la rapidez con la que pasaba.

No es que ya no me agradara Tom pero en realidad ya no lo odiaba, simplemente era soportable, no me importaba mucho tenerlo por ahí, no quiero decir que me gustaba tenerlo cerca, si no la sensación de saber que no estoy sola a pesar de saber que no está aquí porque realmente quiera.

Lo escuché salir de la sala, corrí para poder alcanzarlo pero simplemente escuche como cerraba de  un portazo la puerta del baño.

Bueno no iba a rogarle.

¿Cómo podía comenzar a agradarme cuando me tenía atrapada en una situación como así?

Me la pasé viendo reality shows lo que resto de la tarde, intentando concentrarme en otra cosa que no fuera el saber porque se había enojado conmigo.

Escuché el teléfono sonar pero deje que se fuera a la contestadora.

"Valen, ¿por qué te ocultas? Ya son dos mensajes que no respondes, mamá comienza a alterarse porque no sabe si vendrás a casa, papá quiere que vuelvas, te extraña. ¡Llámame!"

Era Eleonora, ¿dos llamadas?

Revisé la contestadora y vi que tenía razón, escuché el primer mensaje y me entraron unas tremendas ganas de llorar, ¿por qué toda mi familia consideraba que mi vida era un completo fracaso y ni siquiera hacían un ligero intento en disimularlo?

Me llevé las manos a la boca para evitar llorar, lo último que necesitaba, llorar, cuando antes casi no solía hacerlo, además ni siquiera podía llamarlos porque tendría que pedirle a Tom que lo hiciera y el seguía sin hablarme.

¡Esto era demasiado para mí!

Salí de la habitación para empezar a preparar la cena, intentar concentrarme en cualquier cosa que no fuese esta ridícula situación. Escuché la puerta del baño abrirse, mire en dirección a Tom que salía secándose el cabello. ¿Cuánto tiempo había pasado ahí?

Refunfuñe decidida a concentrarme en la tarea que tenía frente a mí y unas dos horas después —sí, me tomo mi tiempo cocinando-, la cena estaba lista para ser servida y no tenía el humor de ir a llamarlo para que me hablara de mala manera.

Me serví y mientras me servía no dejaba de molestarme el hecho de que ahora me importaban demasiado las reacciones que tenía Tom conmigo. ¿Cuántas veces no nos habíamos peleado antes y no me importaba ni un poco? Al contrario, encontraba que hacer enojar a Tom me divertía y ahora no podía con la idea de él sin hablarme.

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora