Capítulo 7: No vayas a dormir

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¿Pepe?, preguntó Abi, quien también había visto películas de horror y se podía imaginar adónde desembocaría todo.

Pepe, reafirmó Ra. Porque era chiquito y les recordó al dichoso grillo molesto de Pinocho.

Desde el momento en que lo ubicaron en su trono, las pesadillas habían empezado. No realizaron la conexión hasta que las sombras oscuras que a veces veían por el borde de los ojos comenzaron a aparecer de frente y las cosas que creían estaban en un sitio de pronto no estaban en ninguno. Intentaron deshacerse de él arrojándolo a la basura, dejándolo dentro de su estuche en el parque cuando nadie estaba mirando, vendiéndolo en línea junto a las otras pertenencias viejas, destrozándolo a martillazos, viéndolo reducirse a cenizas en el centro de una fogata y arrojándolo desde el borde de un edificio de siete pisos. Todo lo cual sólo había servido para encontrarlo de vuelta en donde estaba, intacto y con su sonrisa de madera pintada dándoles la bienvenida a su propio infierno.

Por supuesto que tenían miedo, pero no sabían qué hacer. Habían realizado el viaje con la excusa de hacer caso de la invitación de sus amigos, pero consideraban seriamente dejar abandonada su casa, adonde no se sentían seguros, para marcharse a cualquier otra provincia, incluso otro país, con tal de no tener que enfrentarse a lo que sabían les esperaba. Sus noches en la cama del hotel habían sido las primeras libres de pesadillas que habían logrado tener en demasiado tiempo. Sólo podían agradecer al cielo que el muñeco no los hubiera seguido.

Cuando Ra los interceptó en la cafetería aquella mañana, estaban discutiendo el utilizar o no los ahorros que habían estado juntando para comprar una nueva cocina y rentar algún lugar pequeño en la provincia. La aparición del brujo con su oferta de eliminarles ese problema de encima había sido tan fortuita que al mismo le había costado lo suyo de que no sólo sabía el problema que enfrentaban, sino que podía resolverlo si le daban la oportunidad. Después de haberles soltado unos cuantos detalles que el oráculo le había informado por teléfono, resultó más sencillo convencerlos de que no se trataba de una broma complicada.

Ra creía que aun sin eso no le hubiera sido difícil conseguir que le entregaran la llave de su humilde hogar. Se habían llevado en previsión las cosas más valiosas que poseían con ellos (nada muy importante para empezar, más que nada laptops y cámaras profesionales), el resto podían reponerlo si hacía falta. Le dijeron que preferían esperar a la distancia por noticias antes de decidirse por hacer cualquier cosa drástica, pero que de ninguna manera querían volver y encontrar de nuevo a ese muñeco mirándolos con sus ojos de cristal.

-Lo primero que vale la pena tener claro –le explicó Ra a Abi en el interior de su habitación de hotel, mientras Alex acomodaba sus prendas en los muebles tras sacarlas de sus maletas y el brujo iba entre sus propias pertenencias para buscar otra combinación de ropa- es que el muñeco en sí no tiene nada. No es que él esté vivo ni nada por el estilo. Lo que sea que los haya escogido está usando al juguete como su teléfono personal para conectarse con esta realidad. Así lo hizo porque era lo bastante viejo para haber acumulado su buena cantidad de energía. Dijeron que la madre solía sacarlo mucho para entretener cuando era joven. Algo así normalmente acaba adquiriendo un poco de vida propia y, desde luego, eso atrae a otras cosas que quieren estar vivas. Es lo más cercano que van a tener hasta que reúnan toda la energía que necesitan para tener su forma física.

El hombre mayor empezó a cambiarse de ropa. Abi tragó, mirando de reojo al rubio.

-Y supongo que esa cosa se andaba alimentando de ellos dándoles esas pesadillas y no dejándoles dormir, ¿no? Justo para tener el cuerpo que quieren.

-Esa sería mi primera suposición, pibe, pero la verdad no lo sabremos hasta que vayamos y pasemos la noche allá nosotros mismos. Te sorprendería descubrir cuántos entes sólo disfrutan molestando a las personas –Ra se quitó el calzados a patadas en el talón para cambiar igualmente sus calcetines. Luego de que volviera a cubrirse los pies, se puso de pie para acabar de abotonar su camisa-. ¿Vas a ir así?

TulpaWhere stories live. Discover now