La pelinegra le devolvía el beso con empeño y con mucho ímpetu, eso la enloquecía aún más, Freen la besaba con tanta pasión y tanta fuerza que sintió sus piernas débiles, jamás había sentido a su chica con tal osadía y hambre al besarla y no es que sus besos antes no fueran impresionantes.

Se separaron unos centímetros para poder recuperar el aliento, abrieron sus ojos muy despacio y se miraron por varios minutos aún sin soltar su apretado abrazo, no era el lugar más lindo del mundo para un momento así, pero se extrañaban demasiado como para poder evitar que se lo demostraran la una a la otra.

- Yo también te necesito mi amor- habló Rebecca por fin recuperando su seguridad y su voz mientras acariciaba una mejilla de su novia. - Tenemos que hablar- dijo mirándola a los ojos con ternura.

- Lo sé- dijo suspirando porque su ojimiel tenía razón, debían hablar antes de perderse en esa miel que la derretía siempre. - ¿Podemos hacerlo dentro de unas horas?- preguntó ya volviendo en si y a la realidad. - Planeaba almorzar con mi madre, quiero llevarla al iltaliano, ven con nosotras por favor- todo lo dijo tan rápido que se sonrojó, de inmediato ocultó su cabeza en el cuello de Rebecca al escucharla reír de sus aceleradas palabras.

- Me encantaría acompañarlas- dijo luego de sacar la cabeza de su adorable novia de su escondite. - Pero mi amor, luego de eso debemos hablar- afirmó suave mirando los hermosos ojos de su chica, cuando la vio asentir dejó besos en su nariz, en su mentón y en cada una de sus mejillas.

Ambas sonrientes se abrazaron nuevamente, Freen le robó un corto beso a la castaña, para luego dirigirse a su auto pues Rebecca le pidió que la esperara unos minutos antes de partir.

Rebecca se devolvió por sus flores, las puso junto a las que habían dejado Freen y su madre, habló unos minutos con su tío, ya no se sentía tan perdida como unas horas antes de rectificar que su chica la quería y la extrañaba tanto como ella lo hacía.

Al llegar al encuentro con Freen ambas subieron a sus autos para encontrarse en el lugar acordado, compartieron las tres una comida amena, Sarocha quería llevar a su madre al restaurante favorito de la castaña mucho antes de encontrarse con ella.

Ésto hizo muy feliz a Rebecca, por lo que en el auto no dudó en llamar a su amigo y socio el señor Salvatore para que tuvieran todo listo para ellas antes de llegar a La vie est belle, cosa que obtuvo un excelente resultado, la comida fue muy entretenida.

Nun no hizo más que encender cada tres minutos las mejillas de Freen contando alguna anécdota de cuando era una chiquilla traviesa que pintaba hasta en las paredes de sus vecinos y trepaba algunos de los árboles en el vecindario, también desde muy temprana edad.

Para Rebecca no había nada más fascinante que los sonrojos de su chica, seguía sin poder creer que era la misma persona que minutos antes le había hecho temblar las piernas con un solo beso, pensar en una pequeña y traviesa Freen solo la hacía imaginarse a una hija de ella igual de adorable y hermosa que su madre pelinegra.

El tiempo pasó rápido entre anécdotas e historias, una atención impecable nada más y nada menos que para una de las dueñas del hermoso restaurante italiano, su pareja y su suegra, Giuseppe no tardó en sorprender a Freen con deliciosos postres, también al saludarla con un efusivo abrazo y brindar una respetuosa reverencia para su madre.

Tuvieron que contarle a Nun que Rebecca era socia del restaurante donde se encontraban, sin darle más detalles pues esos solo los sabía James y ahora también Freen quien respetaba y cuidaba como tesoros algunas de las cosas que le llegó a confesar su hermosa ojimiel.

Nun se convirtió en una de las tantas espectadoras más que se daba cuenta de la química que tenían ambas mujeres, las vió darse bocados durante la comida, como estaban siempre al pendiente de la otra y sobre todo se percató del amor que irradiaba en sus miradas cuando éstas se cruzaban.

I'm only me when I'm with youWhere stories live. Discover now