Capítulo 25.

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Entré a la sala encontrándome a mamá sentada en el sofá, ¿qué ella no tenía que estar trabajando?

—Dios hija, ¿qué sucede contigo? ¿qué te paso? —Preguntó mamá con los ojos tan abiertos que no me sorprendería que en cualquier momento se salieran de su órbita.

—Ro-Robín. —Logre decir entre sollozos.

—¿Ya lo sabes? —La cara de mamá fue todo un poema.

—¿Qué tu acaso lo sabías? —Dije mirando a mamá con rencor. —¡Lo sabías! Tú lo sabías; por eso tu actitud, igual a la de Loren y Cris —hice una pequeña pausa—Mamá, lo sabías y no te atreviste a decirme.

—Lo siento hija, la mamá de Robín llamó el sábado preocupada preguntando por ti, pero como ya te habías dormido me pregunto a mi si sabía sobre Robín. Dijo que el viernes no había llegado a casa y creía que el podría encontrarse aquí; al ver que le dije que no enloqueció y rompió en llanto. —Hizo una pausa, mientras soltaba el aire que al parecer había tenido retenido— Al día siguiente volvió a llamar, a diferencia que llamo a mi teléfono celular directamente, diciendo que aún no llegaba Robín a casa y que tampoco sabia nada de él...

—Pero... ¿Por qué no me dijeron?

—Porque creíamos que probablemente fueran cosas de Robín de un fin de semana. Una simple rebeldía, pensábamos que probablemente aparecería en el instituto el lunes así que decidimos no preocuparte. Sabemos lo importante que es él para ti, le escribimos a Loren en cuanto entraron al instituto que por favor no te preguntara ni dijera nada sobre el tema, ya que tu no sabías. Ella se encargó de decirle también a Cris... —Respiro profundamente y continuó hablando— Lo lamento tanto, hija.

No respondí, subí rápidamente a mi habitación cerrando la puerta detrás de mí.

Sentí como alguien subía las escaleras a la par conmigo.

—Hija, abre por favor... Lo lamento. —Escuché decir a mamá mientras golpeaba la puerta.

No respondí, no tenía ánimos para hacerlo; no deseaba hablar con nadie, sólo estar yo en la habitación con mi mar de lagrimas.

Lamentablemente no soy de las chicas que cuando están deprimidas comen millones de cantidades de helado y chocolate.

Yo odio el helado,

Y soy alérgica al chocolate.

Me recosté en la cama desganada mirando hacia el techo mientras por mi mente pasaba una película en la que Robín y yo éramos los protagonistas...

Recordaba todo, desde el primer día que nos vimos, el día que nos conocimos. La tía de Robín no había fallecido aún, por lo tanto los padres de Robín la visitaban cada fin de semana. Vivía al frente de mi casa. Yo era muy torpe, demasiado diría; sin embargo, Robín no se quedaba atrás. Yo iba en mis pequeños patines de Barbie, mientras que Robin iba caminando por la misma acera; pase por el lado de Robín y gracias a su zapato desamarrado caí al enredarse el cordón de éste con una de las llantas de mis patines. Yo terminé dandole un apasionado beso al piso y Robín sufriendo por falta de aire por el no poder parar de reírse.

Desde ese momento hasta el viernes cuando papá echo a Robín de casa, todos los recuerdos pasaron por mi mente...

Sentía como las lagrimas bajaban por mis mejillas cayendo en la colcha que estaba encima de la cama cubriéndola.

En cuestión de unos segundos mis ojos empezaron a cerrarse sin pedir permiso y sin darme cuenta me encontraba dormida.

***

Me desperté al sentir la presencia de alguien en mi habitación.
Abrí los ojos lentamente sintiéndolos pesados, logre divisar a mamá sentada a mi lado en el borde de la cama, me miraba con una medio sonrisa y en sus ojos se podía notar la lastima que sentía hacia al ver mi actual estado —sin mencionar la horrible apariencia que he de tener—

—Te he dejado el desayuno ahí hija, espero que comas... Por favor.

—No comeré. —Respondí cortante.

Vi a mamá levantarse, pensé que se iría de la habitación pero tomo otro rumbo, se acercó a mi y me abrazo.

—Lo siento de verdad hija, pero tienes que comer. No te puedes dejar a la suerte arriesgando tu salud. —Dijo mamá conmigo aún en sus brazos, mientras ella acariciaba mi cabello de forma suave y delicada.

No respondí, sentí como las lagrimas volvían a atacar y en solo unos segundos estoy desecha en llanto.

—Qu-Quiero estar —Sentí un gran nudo en mi garganta, evitando que las palabras salgan.— Sola...

Mamá se separó del abrazo en el que segundos antes me tenía atrapada, agacho la cabeza y asintió lentamente.

—Te dejare sola, pero tienes que por lo menos comer un poco. —Dijo sin mirarme, seguía viendo el piso.

No tenía ni ganas, menos energías de llevarle la contraria, asentí como lo había hecho ella hace unos momentos.

Mamá salió casi arrastrando los pies de mi habitación, cerró la puerta en cuanto salió, dejándome de nuevo sola.

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