Así, observa la calle buscando un refugio por unas cuantas horas. E incluso piensa en visitar a Víctor para ver cómo se encuentra, que desde lo del entierro, a la única persona a la que abre la puerta es a Carol y por lo visto, no con muy buenos resultados. Se arrepiente en seguida. Piensa de nuevo.

Y de repente, sabe adónde ir.

¿No se os ocurre quién puede ser?

A veces, es demasiado obvio.

Una vez que llega a su puerta, se pide interiormente no darle más vueltas y picar. Eso hace. Espera, espera y espera. E incluso vuelve a esperar, hasta que por fin, la puerta se abre y por ella aparece una Sara con el rostro algo más pálido de lo normal, una trenza como único recogido de todo su largo y liso pelo rubio y un pijama de invierno que con solo verlo, se puede notar lo caliente que es.

— Dani, no te esperaba. ¿Quieres pasar? —La chica deja un hueco en la puerta para que él pueda entrar tranquilamente. En sus labios se postra una ligera sonrisa suave.

Ambos solo se habían visto una vez después del entierro y la situación había sido ligeramente incómoda, ya que ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio que los envolvía. Ninguno sabía qué decir a continuación sin sentir que estaba equivocándose.

La realidad era que ni siquiera en ese momento, sabían qué decirse.

El chico al escuchar lo que dice ella, solo asiente con la cabeza y se cuela dentro a través del hueco que ella forma para él. Una vez dentro, ella solo cierra la puerta tras de sí.

— Siento si he tardado en contestar... estaba con los cascos puestos mientras leía un libro. —Se disculpa ella ligeramente tímida.

— No tiene importancia. —Responde él, sincero.— Solo venía porque no tenía muchas ganas de volver a casa. Y... bueno, para ver cómo estás. Vosotros erais amigos.

Sara comprende en seguida a qué se refiere. Nadie ha querido hablar del tema. Se había convertido repentinamente en un tema tabú, pero por alguna razón, ella sabía que en su casa, había sido al contrario y no se hablaba de otra cosa.

— Estoy bien. Es solo que aún no puedo creerme que ya no esté. —Su voz sonaba de nuevo apagada, como si le costara incluso decir en alto aquellas palabras.— Es... raro. Pero estoy segura de que Helena está aún mucho peor que todos nosotros.

Todos pensaban igual, aunque viendo las reacciones de Víctor, todos dudaban sobre a quién le había afectado más la dura noticia. Ninguno dudaba de que Helena estuviera destrozada, de hecho, muchos no se habían atrevido a visitarla por el hecho de que decían, seguía con las heridas frescas, tanto las físicas que se habían producido por culpa de los cristales rotos y por una de las puertas que al romperse, atrapó una de sus piernas. Pero no solo esas, sino las sentimentales. Esas que decían, no se veían tan a simple vista, sino que se notaban con estar poco más de unos minutos a su lado.

— Está bastante afectada. Es normal, pero... se recuperará. Siempre ha sido muy fuerte.

— Estoy segura de ello. —Murmulla ella sin dejar de mirarle. Se acerca con suavidad a uno de los sillones que adornan el salón y se deja caer sobre él, teniéndole en frente, aún de pie.— Solo espero que sea pronto esa recuperación.

El chico se queda ahí. No desea moverse, no desea dejar de mirarla. No quiere seguir hablando de problemas, solo quiere salir de ese círculo vicioso de su vida en la que solo se basa en las cosas malas que les rodean. Como si no tuviera ya de por sí.

— Iba a venir con un cubo entero de helado. —Tercia él con una sonrisa ladina.—  Pero ya era tarde y estaba todo cerrado. 

Por primera vez en las últimas semanas, ella consigue reír con sinceridad. Acto que consigue que él también pueda hacerlo. Por un segundo, ambos parecen olvidar todo lo malo que les persigue, y solo son dos adolescentes que se encuentran a gusto el uno con el otro.

Bajo vigilancia.Where stories live. Discover now