Una sonrisa se dibujó en sus labios al sentir al hombre frustrado sentado a su lado.

Pero él estaba desafortunadamente mal preparado. Sin condón. Sin lubricante. Y no iba a lastimar a Beomgyu si nunca había estado abajo antes. Lastimar al hombre podría impedirle tener una segunda oportunidad, y una vez no sería suficiente, ni por asomo.

Su polla le dolía terriblemente para cuando se detuvieron en el rancho de los Hutchens. Asintió hacia Beomgyu saliendo de la cabina con dificultad.

Este iba a ser un día largo y duro, seguro.







*****





Beomgyu cayó sobre uno de los taburetes al final del día, exhausto. El sol se estaba poniendo, las franjas de rosa y oro extendiéndose por del cielo. Beomgyu miró a través de la puerta de malla y vio el horizonte oscureciéndose, todos los músculos de su cuerpo gritando.

Acorralar a las cabras y a las ovejas era más difícil de lo que parecía. Los animales no eran tan inteligentes como los caballos y eran más tontos que las malditas vacas y lo suficientemente rápidos y pequeños para escapar en un abrir y cerrar de ojos. Había perseguido a algunas de ellas a través de la tierra compactada, sintiéndose como un idiota.

—¿De quién fue la idea de traer a esos animales por aquí?

Yeonjun se puso delante de la nevera, la puerta abierta, mientras bebía agua. El sudor aún brillaba en su cuerpo, la luz del aparato sólo lo hacía aún más evidente. La mirada de Beomgyu viajó por la garganta del hombre, el indicio de vello hirsuto que se asomaba desde la "v" de la camisa a cuadros y hasta los marcados músculos del pecho insinuados debajo del material. Su mirada vagó luego más al sur, hasta la gruesa erección cubierta por los jeans de Yeonjun.

Se lamió los labios, hambriento por probar al hombre debajo de la mezclilla. Su cuerpo estimulado, aún tan agotado como estaba.

Pero él olía a sudor. Ni siquiera debería de estar sentado. Arrastrándose se puso de pie, se dirigió hacia el baño.

—¿A dónde vas?

Beomgyu miró por encima del hombro.

—Ducha. Apesto.

—Sólo te vas a ensuciar de nuevo —dijo Yeonjun cuando Beomgyu siguió caminando.

—No, a menos que te metas en la ducha conmigo.

Beomgyu entró en el cuarto de baño y oyó cerrarse la nevera y el sonido de las botas dirigiéndose por el pasillo. En el momento en que había empezado a arrancarse las botas, el hombre estaba en la puerta, mirando a Beomgyu con una mirada caliente.

—Podemos empezar en la ducha, pero terminarlo en mi cama.

Después de que una oleada de prendas aterrizara en el suelo, Beomgyu encendió el agua y ajustó la ducha. Se metió primero y gimió cuando el agua tibia rodó por su cuerpo.

—Probablemente deberíamos de haber usado la ducha al aire libre tan sucios como estamos —dijo Yeonjun mientras se unía a Beomgyu.

—Si alguien me hubiera mostrado la ducha al aire libre, la habría usado.

Beomgyu empapó su cabello y agarró el jabón, cubriéndose de espuma. Yeonjun se puso de pie frente a él, su mirada oscura observaba cada movimiento. En un primer momento, se sentía extraño tener al hombre mirándolo, pero pronto, la sensación pulsante entre sus piernas añadió fuego a sus venas.

Sus movimientos se hicieron más premeditados, él calculaba cada toque, ralentizando algunos de sus movimientos para mayor impacto. Ignorando el único lugar que sabía que Yeonjun quería verlo tocar, se enjabonó sus brazos y pecho, saltándose su polla para moverse a sus piernas y pies. Cuando esos estuvieron limpios, se enjabonó las mejillas de su culo, pasando una mano a lo largo de la hendidura.

Cabalgada salvaje | YeongyuWhere stories live. Discover now