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Beomgyu ajustó la pesada mochila sobre su hombro cuando finalmente entró en los límites de la ciudad. Había tardado dos días yendo de a dedo y a pata para llegar tan lejos. Springville era la ciudad más cercana, si esta era lo suficientemente grande para clasificarla como ciudad. Uno incluso podía encontrar el lugar en un mapa. Con una vieja estación de tren abandonada, una cafetería, que hacía las veces de gasolinera, una oficina de correos del tamaño de una letrina, un almacén general, y la tienda de alimentos, no había mucho más que eso, pero era más civilización de la que Beomgyu había visto en mucho tiempo.

Su estómago gruñó cuando miró a la cafetería, contento de por fin tener más para comer, que la carne seca que había sido lo suficientemente inteligente para tomar antes de salir. Se dirigió hacia allí, sus botas resonando sobre el pavimento y haciendo eco contra los pocos edificios. Sólo una reluciente camioneta de doble cabina pasó por delante, y se detuvo en la tienda de alimentos. Un canoso hombre mayor salió de la cabina, un hombre que tenía el aspecto de tener algo de dinero. Del tipo que era dueño de una propiedad y que podría necesitar de un hombre como Beomgyu.
 
Beomgyu asintió e inclinó su sombrero al tipo y pensó que no podía haber nada malo en hacerle una pregunta a la primera persona en la que puso sus ojos.

—Buenos días. Usted de casualidad no sabrá de alguna persona que necesite un trabajador por aquí, ¿o sí?

El tipo sonrió perplejo y se rascó la cabeza antes de sacarse su Stetson negro de la cabeza. —¿Y quién está preguntando?

Beomgyu extendió una mano. —Beomgyu Hemming. Acabo de llegar a la ciudad.

—Namjoon. ¿Qué tipo de experiencia tiene?

—He estado trabajando para Kim Sunoo los últimos dos años. Bear McGraw los dos anteriores a esos.

Namjoon asintió. —Ranchos pequeños. Conozco a Sunoo bastante bien. ¿Por qué se marchó de ahí?

El calor llenó la cara de Beomgyu. No quería arruinar sus posibilidades o hablar mal de Sunoo, tampoco. —Las cosas no funcionaron. Es un tipo bastante agradable y un buen jefe, pero era hora de seguir adelante.

La mirada de Namjoon recorrió el rostro de Beomgyu y sintió como si el hombre viera exactamente lo que estaba tratando de esconder.

—Así que, ¿sabe de alguien que necesite ayuda? —preguntó Beomgyu. Él realmente no quería dormir en su jergón otra vez, si pudiera encontrarse para sí una cama. Una comida caliente sonaba muy bien, también. Su mirada se desvió a la cafetería, y sin darse cuenta se humedeció los labios.

—Tal vez sí —respondió Namjoon, mirando a su alrededor—.¿Cuándo fue la última comida que tuvo?

El estómago de Beomgyu tuvo la audacia de gruñir. —He estado comiendo carne seca.

—¿Cuándo fue la última comida caliente que tuvo?

—Me tomó un par de días caminar hasta aquí. Voy a comer algo en un minuto. —Tan pronto como me diga si sabe de alguien que necesite ayuda.

Namjoon cerró la puerta de su camioneta después de agarrar unos papeles de la cabina.

—Yo mismo me dirijo a la cafetería. Venga a desayunar conmigo.

Beomgyu miró al restaurante y de regreso a Namjoon. Su paciencia se estaba agotando, pero él ya había planeado comer, así que ¿por qué no? —Por supuesto.

Se ajustó la mochila de nuevo y siguió al hombre hasta la cafetería. Namjoon se instaló en una cabina en el fondo y Beomgyu se deslizó del otro lado, después de haber descargado su mochila en el asiento. Namjoon se quitó el sombrero y lo puso en el asiento de al lado, así que Beomgyu siguió su ejemplo. Cepillo su pelo con los dedos, a sabiendas que dos días caminando lo habían dejaron hecho un desastre.

Cabalgada salvaje | YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora