Una camarera en un uniforme de color rosa desteñido se acercó.
—Buenos días, Namjoon. ¿Lo de siempre?
—Buenos días, Peggy. Sí, por favor. —Namjoon se volvió a Beomgyu—. ¿Y usted?
Beomgyu echó un vistazo a su alrededor y vio el menú en la pared.
Rápidamente lo revisó teniendo en cuenta la cantidad de dinero que tenía en su bolsillo. Sólo le alcanzaría hasta aquí, pero estaba muerto de hambre.
—Ordene lo que quiera. El desayuno va por mi cuenta —dijo Namjoon, su voz baja.
En ese caso... —Tomaré la carne, bien hecha y los huevos, estrellados. Y un café.
—Entendido, cariño —dijo la mujer antes de caminar arrastrando los pies hacia la ventana del cocinero. Ella volvió enseguida con dos cafés y una pequeña jarra de crema.
Beomgyu puso en su taza una sola cucharada de azúcar antes de beberlo. Cuando la dejó, la camarera había traído una cesta de plástico llena de pan tostado y paquetes de mermelada. Tan hambriento como estaba, Beomgyu no tardó en untar un poco de jalea de uva en media pieza de pan y morder un bocado lentamente. Alzó la vista cuando hubo terminado para ver a Namjoon mirándolo fijamente.
—Nunca he oído a un hombre gemir por un trozo de pan. Beomgyu se rió entre dientes, poniéndose rojo.
—Supongo que estaba más hambriento de lo que me di cuenta. Uno no se da cuenta de cuan bueno es un maldito pedazo de pan tostado.
Namjoon echó un poco de crema en su taza, después un par de cucharadas de azúcar, y luego agitó la mezcla un par de veces. Miró a Beomgyu, y se le quedó mirando por un buen, largo minuto.
—Le estoy comprando el desayuno, así que tal vez pueda decirme con sinceridad por qué se fue del rancho de Kim Sunoo.
Beomgyu se puso tenso, no estaba listo para decirle todos sus asuntos a un completo desconocido. —¿Por qué es tan importante?
—Porque estoy buscando empleados y no buscando problemas.
Beomgyu se calmó un poco, pero sólo un poco. Una oportunidad estaba delante de él, pero para conseguirla, tenía que inventar algo creíble. Beomgyu apestaba mintiendo. Su mente se agitó. —Bueno...verá... Yo, eh...
—Sólo escúpelo.
Algo sobre Namjoon le hizo a Beomgyu sentirse como si pudiera ser honesto, sin que esto se supiera. Siempre había sido bastante buen juez de carácter, pero hubo un par de veces que eso le había mordido en el culo. —No pude mantener mi polla en mis pantalones. Debería de haber podido, pero usted sabe... las noches se sienten solitarias.
Namjoon asintió, con los ojos muy abiertos. —No me puedo imaginar que alguien quisiera acostarse con esa mujer, a menos que tuvieran una horrible picazón que necesitara rascarse.
Beomgyu sintió más calor corriendo hacia su rostro.
—¿No fue mujer de Sunoo?
Beomgyu alzó la vista, la vergüenza llenándolo.
—No. No fue ella.
Namjoon se recostó en la cabina y levantó sus brazos para que colgaran en el borde superior del asiento. Una lenta sonrisa comenzó a formarse en sus labios.
—No fue ella. —La sonrisa vaciló un poco—. No estamos hablando del ganado, ¿verdad?
Beomgyu levantó una ceja. —Nunca he estado tan solo.
Namjoon se rió.
—Así que tienes cuatro años de experiencia en ranchos más pequeños. ¿Algún problema con la ley?
—En realidad, trabajé en la propiedad de mi padre toda mi vida. Era del mismo tamaño que los otros dos ranchos. Y no tengo problemas con la ley.
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Cabalgada salvaje | Yeongyu
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