Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.

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La limusina me deja justo en la cafetería del viernes y me bajo rápidamente. Atravieso la escasa acera y entro en la cafetería. El calor me invade de inmediato y me quito el abrigo. Observo la estancia y compruebo que Ariadna esta sentada en una mesita para dos mirando el menú. Alza los ojos y me ve, me saluda y voy junto a ella.

   —Buenos días, Miriam. —me saluda amistosamente. Nos damos dos besos y me siento en la otra silla.

   —Buenos días… Veo que estás contenta. —observo poniendo mi abrigo en el respaldar de la silla.

   —Si, es que me sé a la perfección gran parte del guión. —me sonríe sin mucha expresión.

   —Me alegro. —digo sinceramente. Entonces, el camarero nos atiende y pedimos un capuchino y un croissant de mermelada de fresas. Repentinamente, me acuerdo de lo que Rubén me hizo ayer y me sonrojo violentamente. ¡Me lamió la comisura del labio solo para probar la fresa que tenía! Dios, qué bochorno… Luego sonrío porque, de verdad, que fue inesperado y algo lindo… Entonces observo que Ariadna me mira más que extrañada.

   —Has cambiado de expresión varias veces en un espacio corto de tiempo. Me asombras, Miriam. ¿Qué ha ocurrido? —pregunta apoyando su barbilla en sus manos delgadas y blancas. Carraspeo incómoda.

   —Una mejor pregunta sería: ¿qué no me ha pasado? —sugerí riéndome de medio lado. Ella asintió, comprendiéndome.

   —Veo que tu vida es ajetreada…

En cuanto dice esto, el camarero viene con los pedidos y los deposita con cuidado en la mesa. Pego un sorbo a mi capuchino y luego suspiro.

   —Y tanto… —la miro a los ojos y ella me mira intensamente —. Podemos confiarnos secretos, ¿verdad? —ella, ante tan repentina pregunta, se lo piensa un segundo. Luego asiente.

   —Si. Claro. ¿Qué ocurre? —con el tenedor, pincha un poco de su croissant.

   —El principal problema que tengo ahora mismo tiene nombre y apellidos. Y se llama Elisa. —aclaro y ella agranda los ojos. Luego frunce el ceño, algo que no es normal en ella.

   —¿Te ha hecho algo esa energúmena? —pregunta exaltada. La tranquilizo un poco y continuo…

   —Si y no. Resulta que… ¿conoces a Ren…? —le conté toda la verdad, a excepción de lo de mi padre y que sabía la verdadera identidad de Ren. Cuando acabé, ella estaba más pálida de lo normal. Sus ojos miraban a la nada y me asusté —. ¿Te sientes mal, quieres ir al baño? —ofrecí levantándome, ella negó con la cabeza y me instó a que me sentara.

   —No, tranquila. —hizo una pausa para mirarme como si me viera por primera vez. Aguanté su mirada violeta hasta que acabó. Suspiró mientras giraba su cabeza de un lado a otro. Es como si lo que le he contado le afectara más de lo normal —. Miriam, siento muchísimo lo que os está pasando a Ren y a ti. No sabes cuanto. —logré vislumbrar sus manos fuertemente apretadas contra sus muslos. Aparentaba normalidad cuando en realidad estaba furiosa y eso me desconcertaba.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now