•NERD• -Wenclair-

13✨

Miércoles. Era una palabra que para muchos significaba un simple día de la semana, pero para mí, siempre había sido un recordatorio de mi peculiaridad. Esa noche, sin embargo, no habría nada simple ni peculiar en lo que estaba por ocurrir.

—Nerd, ¿puedes apurarte? —gritó Enid desde el pasillo, golpeando la puerta de mi habitación—. Mis padres estarán aquí en cualquier momento, y quiero que estés presentable.

Suspiré, cerrando mi libro con cuidado antes de levantarme. Me había esforzado más de lo usual, vistiendo un elegante traje negro con un corbatín. Sabía que los Sinclair eran exigentes, y no quería darles ninguna razón para mirar por encima del hombro.

—Estoy lista —respondí, abriendo la puerta y encontrándome con una Enid visiblemente nerviosa. Su vestido azul resaltaba su figura, pero su expresión estaba lejos de ser tranquila.

—Bien. Intenta no hacer nada raro, Fenómeno.

—¿Qué podría ser más raro que esta cena? —repliqué, arqueando una ceja.

Ella no respondió, simplemente giró sobre sus tacones y se dirigió hacia la sala.

[...]

La cena estaba preparada con una elegancia que rivalizaba con las grandes fiestas de gala. Mi madre, Morticia, se sentaba al lado de mi padre, Gómez, ambos irradiando la sofisticación y el encanto oscuro característicos de los Addams. Al otro lado de la mesa estaban los Sinclair: Esther, Murray y una mujer que no conocía, pero que compartía los rasgos de Enid.

—Wednesday, te presento a mi hermana mayor, Maddie —dijo Enid con una voz que apenas ocultaba su incomodidad.

—Un placer, Maddie —dije, estrechando su mano con firmeza.

—Lo mismo digo. He oído mucho sobre ti —respondió ella, con una sonrisa que parecía más curiosa que amable.

Mientras nos sentábamos, Enid se colocó entre Maddie y yo, como si intentara mantener un muro de contención.

[...]

La cena comenzó con cortesías superficiales, pero no tardó en surgir la inevitable tensión.

—Entonces, Wednesday —dijo Murray, limpiándose la boca con una servilleta—, ¿cómo te sientes viviendo con nuestra hija?

—Es una experiencia… educativa —respondí, con una leve sonrisa que solo mi familia entendió.

Gómez soltó una carcajada, pero la mirada severa de Esther lo hizo detenerse.

—Espero que esta convivencia los ayude a conocerse mejor —dijo Esther, clavando sus ojos en mí.

—Oh, ya lo está haciendo, madre —intervino Enid, con un tono que bordeaba la burla—. Cada día aprendo algo nuevo de Wednesday.

—¿Como qué? —preguntó Maddie, con genuino interés.

—Como que su sentido del humor es inexistente —respondió Enid, mirando su plato con una sonrisa traviesa.

—Y que Enid tiene la madurez emocional de un adolescente en su peor fase —repliqué sin perder la calma.

Las risas ahogadas de Morticia y Gómez llenaron el aire, mientras Enid me lanzaba una mirada que prometía venganza.

[...]

La conversación giró hacia temas más serios cuando Esther tomó la palabra.

—Queremos fijar una fecha para el compromiso oficial.

El cuchillo que sostenía en mi mano se detuvo a mitad de un corte. Miré a Enid, quien parecía tan sorprendida como yo.

—¿No creen que es muy pronto? —intervino Morticia, con su característica serenidad—. Aún están explorando su compatibilidad.

—Creo que ya hemos esperado suficiente —dijo Murray, mirando a Gómez en busca de apoyo.

—Bueno, querido amigo, la paciencia es una virtud —respondió mi padre, con su sonrisa característica—. Pero entiendo su preocupación.

—No estoy lista para fijar una fecha —dijo Enid, rompiendo el silencio.

—¿No crees que es hora de tomarte esto en serio? —replicó Esther, frunciendo el ceño.

—Lo estoy tomando en serio, madre. Pero no puedo apresurar algo tan importante.

Miré a Enid. Por primera vez, parecía genuinamente vulnerable.

—Estoy de acuerdo con Enid —dije, atrayendo la atención de todos—. Este compromiso no debería ser algo impuesto.

Esther y Murray intercambiaron miradas, claramente insatisfechos.

[...]

Al final de la cena, cuando todos se retiraron a sus habitaciones asignadas, me quedé sola en la sala. Enid apareció poco después, cruzando los brazos y mirándome fijamente.

—Gracias por lo que dijiste allá adentro.

—No fue por ti, Sinclair. Fue por lo que es correcto.

Ella sonrió, pero no dijo nada más. Por primera vez, sentí que quizás estábamos avanzando hacia algo más que tolerancia mutua.

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