Nueve, diez, once...

Si lo nuestro no funciona, será porque hemos hecho todo lo posible y aun así no estamos destinados.

Doce. Llamo a la puerta y me obligo a permanecer quieta; quiero salir corriendo.

Sawyer abre y se me cae el alma a los pies.

Está despeinado, tiene la camisa fuera del pantalón y se ha desabrochado los primero botones de la camisa. A saber lo que ha sido de su corbata. Huele a whisky. Aquel día también iba borracho y me pregunto por qué de autodestruye.

—¿Megan? —pregunta con las cejas arqueadas y sonríe—. Eres tú. Hueles a Megan.

—¿Por qué has bebido? —pregunto sin aire en los pulmones.

—¿Me has elegido a mí?

Asiento. Lo he elegido a él. Collin me ha dejado, sí, pero desde el principio era él el que ocupaba mis pensamientos. Que me hayan dejado sólo ha provocado que tenga el valor de admitirlo.

Sus manos atrapan mi rostro y me besa como ni no hubiera un mañana. En cuanto su lengua rasposa acaricia la mía me aparto de él.

—¿Cuánto has bebido? —murmuro entrando en la suite.

El mini bar del salón está abierto y en el suelo hay un par de botellas casi vacías.

—Sólo me he bebido media —resopla—. Se me derramó parte de ella.

—Hay dos botellas —gruño cruzándome de brazos.

—También se me derramó la otra, iba a bebérmela cuando llamaste a la puerta.

Me rodea la cintura con los brazos y entierra la cara en mi cuello. Cierro los ojos y suspiro cuando me pega a su pecho, irradiándome calor. Su respiración es pesada, como si le costara coger aire.

—Ven.

Entrelaza nuestros dedos y me mete en la habitación, cerrando las puertas correderas que dan a la salita principal. Nos sentamos en el borde de la cama. Su mirada gris es extraña. ¿En qué estará pensando? Me besa los nudillos, cerrando los ojos con fuerza con mis nudillos pegados a su boca. Siento escalofríos, provocados por el contacto de su piel. Sonrío cuando con las yemas de los dedos acaricio su barba, y sus ojos se abren, atravesándome con la mirada. Recorro su mentón y acaricio sus labios con el pulgar.

—Megan. —Traga saliva.

—Sí —susurro.

—¿Estamos...?

Asiento y me sorbo la nariz.

Me suelta las manos y posa las suyas en mis mejillas antes de volver a juntar nuestros labios una vez más. De repente, cuela las manos bajo mis muslos y me sienta a horcajadas sobre él. Se levanta y camina hasta que mi espalda queda pegada a la pared mientras nos besamos con fuerza. Apenas me separo de sus labios unos segundos para coger aire cuando vuelvo a besarlo. Le rodeo el cuello con los brazos y las caderas con las piernas cuando apoya las manos en la pared y se pega a mí por completo.

—¿Te acuerdas de la última vez que nos besamos así? —me susurra con voz grave.

—Sí —jadeo con una sonrisa—. Esta vez no nos van a interrumpir, ¿no?

Niega con la cabeza, rozando mi nariz con la suya, y me besa con más delicadeza.

—Esta noche vamos a hacerlo bien —susurra.

Me separa de la pared, mirándome fijamente a los ojos, y me deja cuidadosamente en la cama. Se sienta en mis piernas y me desabrocha uno a uno los botones de la chaqueta. Levanto los brazos cuando va a deshacerse de mi jersey. Se levanta de la cama, depositando un casi inapreciable beso en mi vientre, antes de quitarme los zapatos y los pantalones. Se queda mirándome unos segundos antes de proceder a desnudarme por completo con la mirada fija en mi cuerpo, que queda desnudo en cuestión de segundos. Sus manos me apartan el pelo de la cara con delicadeza. Su dedo traza una línea acariciando el puente de mi nariz, mis labios, el puente que hay entre mis pechos y más abajo. Retuerzo las sábanas entre mis manos y cierro los ojos, arqueando la espalda.

—Abre los ojos —me ordena.

Él se separa de mí, mirándome fijamente, y comienza a desvestirse. Mi mirada se desvía hasta su pecho, allí donde decidió tatuarse mi nombre. Su cinturón cae al suelo, llenando el silencio con el ruido que hace al caer. Esa última prenda que lo cubre cae al suelo y se acerca a mí con parsimonia. Cubre mi cuerpo desnudo con el suyo, haciéndome estremecer al sentir su piel rozando la mía. Apoya los codos a ambos lados de mi cabeza, y abro las piernas al posar las manos en sus mejillas, sintiendo cómo los pelillos de su barba me hacen cosquillas. Voy bajando por su cuello hasta llegar a su pecho y cubrir su tatuaje con mis manos. El corazón le late desbocado contra el pecho, contra mi nombre.

—Megan —dice con una voz ronca que está llena de deseo.

Le miro a los ojos.

—Prométeme que no me dejarás nunca.

—Lo prometo —susurro.

Sus manos atrapan mis pechos y los mira como si fuera la primera vez, como si los estuviera estudiando, como si los estuviera memorizando... Sus dedos se deslizan por la curva de mi cintura hasta llegar a mis caderas. Se sienta de rodillas en la cama, levantándome, y vuelve a inclinarse mirándome fijamente mientras se hunde en mi interior muy lentamente. Me muerdo el labio con fuerza y le rodeo con las piernas para estar lo más unidos posible.

     Y así nos pasamos toda la noche. Haciendo el amor.


Holaaaa!!!! Tenía pensado publicar antes pero no podía entrar en mi perfil de wattpad. Me despido rápidamente antes de que se me apague el ordenador.

Besos y ciao 

Alicia Lowell

Déjame Amarte © [UME #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora