2. La búsqueda comienza

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–Vale, solo una preguntita de nada. ¿Qué pensabas hacer en su casa? - pregunto histérica.

–No lo que tú piensas. Me quería enseñar a jugar a la play– me dice inocentemente.

– ¿Cuantos años tenía?

–17– La miro sorprendida. - Yo casi tengo 15 así que no hay tanta diferencia.

–Leah, los chicos de 17 años tienen en la cabeza una sola cosa. Sexo. -le explico– Mientras que las chicas de 14 años están empezando a experimentar con los chicos. Besos, mimos, las primeras fiestas juntos.

– ¿Qué me quieres decir con esto? - pregunta– ¿Qué Charlie se quería acostar conmigo?

–A ver, yo no conozco al chico, pero ya es raro que un chico de 17 salga con una de 14. Además, si solo te quería enseñar a jugar a la play lo podía a ver hecho con sus padres en la casa. Cuando lo que busca es que la casa este vacía...pues te hace pensar. - Cuando veo la desilusión en su cara temo haber sido muy dura. - Eso no quiere decir que no le gustes ni que dejes de quedar con él. Solo ten más cuidado y haz lo que tú quieras, y aquello con lo que te sientas cómoda, sin presiones. Aunque me parece que eres muy joven para todo lo relacionado con chicos. - digo riendo consiguiendo que ella también lo haga.

Hasta que no llego a casa no me doy cuenta de que me había olvidado completamente de la infidelidad de mi padre.

En cuanto meto la llave en la cerradura, la puerta se abre desde dentro.

– ¿Está tu hermana contigo? - pregunta mi madre y por un momento pienso que está preocupada por ella.

–Sí, la acabo de recoger del cine. - digo mientras dejo el bolso en la mesa de la entrada.

– ¿Y porque estaba en el cine? - pregunta y estoy por contestarle con sarcasmo, pero ya está suficientemente enfadada, así que controlo lo que quiere salir por mi boca.

–Se ha encontrado con unos amigos y le he dicho que podía quedarse. Ya habíamos hecho todas las compras así que no he visto ningún problema– contesto. Cuando me giro veo la cara roja de mi madre y como mi hermana mira al suelo.

– ¿Te crees su madre para decidir sobre ella? No lo eres, yo lo soy. Ayer le dije que tenía que estar en casa para que le tomaran la medida del uniforme, y adivina que, ¡No estaba! - grita. Mi hermana me pide perdón con la mirada y yo le sonrío para tranquilizarla.

–Mama, no lo sabía, ¿vale? Además, no te preocupes, porque el uniforme del año pasado le queda como un guante así que no hay necesidad de hacerle uno nuevo. - le digo con una suave sonrisa intentando que se relaje. Fallo completamente. Mi madre me coge del brazo y se acerca a mí.

– ¡Ni se te ocurra decirme que hacer! - me grita y me suelta el brazo en el que posiblemente se me quede un leve cardenal. Es pequeña, pero tiene fuerza y yo tengo la piel delicada. - ¡Tu! - le dice a mi hermana. - A las 8 de la mañana van a venir a tomarte las medidas, más te vale estar arreglada para entonces. No voy a consentir que arruineis todo lo que he hecho por vosotras.

Antes de que mi mandíbula haya tocado el suelo, ella se ha ido tan rápido como ha venido. Suspiro exasperada por este tipo de situaciones que ya se han vuelto cotidianas. Abrazo a mi hermana para que no se preocupe y voy en busca de mi padre.

Tenemos que hablar.

Lo busco en el despacho, en su habitación e incluso le pregunto a Leah por si lo ha visto. La casa es muy grande. Como último recurso me queda preguntar a mi madre, y no es lo que más me apetece la verdad.

Por suerte, cuando estoy bajando las escaleras, mi padre entra en casa. Al principio lo miro extrañada, ¿Adónde ha ido? Luego simplemente añado la pregunta a la larga lista de preguntas que le voy a hacer.

Fraternidad mixta...¡UNA MIERDA!Where stories live. Discover now