Prólogo.

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El reflejo de las nubes caen sobre el cristal del vehículo en movimiento. Lo que más me gusta de viajar en auto, es el paisaje que puede darte durante el camino. En esta ocasión el océano y unas cuantas montañas se visualizan al exterior.

Nos hemos mudado a Rose Town, un pequeño poblado al que solo se puede llegar después de conducir unas seis horas en vehículo. Nos mudamos aquí con la finalidad de encontrar algo de paz y tranquilidad. Un lugar totalmente diferente a Nueva York.

El principal motivo, además de escapar de la ciudad, es que mi padre, Samuel Sykes, por fin logró conseguir ese cambio al hospital local de este pueblo. Él lo había pedido desde que mi madre cumplió los tres meses de embarazo, por el hecho de que necesita un lugar calmado y alejado del estrés. Sin embargo, hasta ahora, que ella tiene cinco meses, el cambio que él solicitó, fue aceptado.

El siguiente motivo es que necesitábamos todos, un ligero cambio en nuestras vidas, y según mis padres, yo especialmente. Al parecer me estaba volviendo muy citadina, por lo que papá quería que echara un vistazo al lugar en donde nací y que dejé cuando apenas cumplía los seis meses de edad.

"Las vacaciones de verano han iniciado y que mejor iniciarlas que con una mudanza"

Esas han sido palabras de mi padre, no mías.

— Miren, ahí está el letrero —dice papá, señalando al frente.

Logro divisar el cartel color azul cielo, con las letras "Bienvenidos a Rose Town" en cursiva y de color blanco. Conforme nos acercamos, distingo que el material del cartel es metal.

Enseguida, por fin comenzó a notarse el poblado, y tan sólo unos pocos minutos después, papá ya se encontraba introduciéndose a la calle principal del lugar.

Los locales coloridos empezaron a apreciarse con mayor frecuencia. Una cafetería llamada "Los pastelillos de Bob" me llamó la atención, con la fachada pintada con colores rosas y azules claros, con una gran exhibición de pasteles en un estante junto a la ventana principal. Personas yacen adentro del recinto, en su mayoría son jóvenes, algunos solos, otros acompañados por sus amigos o familiares.

A lado, está "La barbería de Steven", con los colores rojo, azul marino y blanco esparcidos por todo el local. Seguido de una tienda de música "Buenas notas" y muchos locales más.

La gente pasea, charla, anda de allá para acá, los niños juegan en un pequeño parque y en las calles no hay tanto tránsito como en la ciudad, lo cual me gusta.

El lugar en general me agrada, tiene pinta de aquellos pueblos de antes, los que rondaban por los años sesenta, con ese aspecto retro, y con el ambiente en el que parece que todos se conocen entre sí.

Dejando el centro del pueblo, entramos a los suburbios, por así llamarle. Las casas juntas, una seguida de la otra, con colores pasteles en las fachadas. Papá estaciona el auto frente a una casa color crema.

— Llegamos —anuncia, a la par que apaga el auto.

— ¡Que bella es! —Dice mamá, con una gran sonrisa en el rostro— Ya quiero que la veas por dentro Sky, te encantará.

Según la historia familiar que tengo, cuando mis padres vivían aquí, solían rentar un departamento. Cuando finalmente estuvieron dispuestos a adquirir una casa propia, papá obtuvo su empleo en Nueva York. Laboralmente, para él era una gran oportunidad, además con mamá y con mi llegada, papá no lo pensó mucho, necesitaba el dinero, por lo que optó por aceptar la oferta; pues en la ciudad, los tres tendríamos más oportunidades. Así que apenas mi mamá y yo estuvimos en condiciones de hacer el viaje, los tres nos fuimos a la Gran Manzana.

» Corazón Destrozado ©Where stories live. Discover now