Capítulo 18

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Verlo tan de cerca después de tantas semanas me hizo efervescer. 

El corazón se saltó un latido fuerte cuando su mirada se conectó con la mía. Estaba arrebatadoramente guapo, como siempre. 

Era del tipo que no se esforzaba en querer deslumbrar a los demás pero que aún así lo hacía de todos modos, le salía natural. 

Me miró unos segundos más y después puso toda su atención en la chica.

— ¿Qué demonios ha pasado aquí? — la chica iba a hablar pero Kein levantó la mano para que no hablara. 

— No, mejor no me lo expliques Thyra. No tengo tiempo para tus excusas. Te tenía prohibido tocarlas, ¿por qué has desobedecido? —parecía muy descontento con la situación.

— Juro por Dios que yo no he sido. Sé que no me vas a creer. — ella se puso una mano al pecho y la otra la sostenía en el aire como haciendo un juramento. La diversión volvió a su cara. 

— No sabes lo que te has perdido, tendría que haberlo grabado pero fue tan interesante que ni se me ocurrió. Lo que pasó es que..

— Te tenía prohibido tocarlas — volvió a repetir. 

— ¿Por qué has desobedecido? ¿Cómo van a estar presentables para bailar mañana? — bufó exasperado y puso los brazos en jarra, estaba ignorándome completa y deliberadamente. Yo también intentaba hacer lo mismo.

— Nunca miento. ¿Por qué lo iba a hacer ahora? Ya sé que llevo meses diciéndote lo mucho que me gustaría callarles las bocazas que tienen, ya sé que te conté cómo lo haría en un supuesto inexistente remoto mundo paralelo, pero no lo hice. La chica. — me señaló entusiasmada. 

Las bailarinas pasaban los ojos de ella a mí y así constantemente, seguramente preguntándose quién era su mayor amenaza de las dos. 

— Ella fue la que les dio una paliza. Por su defensa debo destacar que no fue culpa suya, ella meramente se defendió de las agresiones de estas hienas, le saltaron todas encima en manada. —las señaló a todas con desprecio. 

En su cara podías ver la repulsión que les tenía, probablemente a ella también le habían intentado hacer alguna trastada. 

— Debo también recalcar que tuvo mucho aguante. Yo a la primera bofetada ya la hubiera arrastrado por los pasillos. Pero claro, conmigo no se atreven. Apuesto a que de ahora en adelante tampoco se van a volver a atrever con ella. — ella me miró con admiración, le brillaban los ojos. 

Se notaba a leguas que las detestaba y que lo que me habían hecho era por el simple hecho de respirar, no les había hecho nada malo a ninguna de ellas. 

Sin embargo, ellas no repararon ni un segundo en quererme destrozar y zampar entre todas ellas.

Kein me lanzó una mirada rápida por todo el cuerpo reparando en los rasguños, mi pelo enmarañado lleno de cristales rotos que había dejado el florero y en mi vestido desgarrado.

¿Ahora había reparado en todo eso? La primera mirada que me había lanzado parecía tan absorto como yo en sus ojos, por eso se le debió de pasar lo desastrosa que me veía. 

No podía negarlo, la atracción física era evidente y también me miraba con un deseo feroz que me hacía temblar. 

Pero una cosa me hacía efervescer más que eso. Era la primera vez que un chico me miraba más los ojos que los pechos.

— ¿Es eso verdad? — miró a las bailarinas con una aspereza que hasta yo habría confesado.

— Sí, señor. — respondieron todas inmediatamente al unísono. Como se dirigieron a él me llamó la atención. ¿Señor? Si apenas tenía diecinueve años.

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