Capítulo 10

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Se levantó de encima de mí y a manotazos se limpió sus pantalones de ramitas y tierra. Levanté la mano para que me ayudara a levantar y cayó en la trampa. 

Le di una patada a sus pies a la vez que tiré de su brazo y en unos segundos lo tenía al suelo debajo de mí. Sus manos se posicionaron en mi cintura pero no hizo nada más. Nos quedamos mirando el uno al otro, la tensión se había apoderado del ambiente. 

Me relamí los labios y él hizo lo mismo. Sus ojos parecían querer descifrarme. Me acerqué a centímetros de su cara y sentí sus músculos tensarse. 

Subió su mano derecha por mi costado, con una leve caricia rozándome a su paso y metió dos mechones sueltos detrás de mi oreja. Levantó la cabeza levemente y pensé que me iba a besar.

 Mi corazón respondió dando un latigazo en mi caja torácica, pero su cara tomó otro rumbo cuando estaba a milímetros de mi boca y se volvió hacia mi oreja. Su nariz acarició mi lóbulo y me estremecí.

— Aunque me guste tu juego parcialmente, no voy a jugar a él. — susurró y volví a estremecerme.

Con ligereza nos dio la vuelta y ahora estaba él cerniéndose sobre mi cuerpo. Me estudió la cara con sus ojos verdosos, boscosos. Y tragó en seco. 

Cada vez que veía su nuez de adán moverse quería pasar mis labios por ella. Quería hacer más que eso. 

Su cercanía me provocaba toda clase de sentimientos, nuevos y desconocidos para mí. Incontrolables y rebeldes, aunque intentara apagarlos y amortiguarlos no me hacían caso. 

Inspiré hondo y al hacerlo mi pecho rozó el suyo. Mandé a la mierda mis pensamientos e hice caso de los deseos que se apoderaban de mí en esos momentos. 

Alcé la cabeza y con mi nariz acaricié su cuello y su nuez de adán a mi paso y se movió cuando el volvió a tragar en seco, sonreí con satisfacción y pasé de mi nariz a mis labios, suaves caricias rozando el contorno de su nuez de adán. 

Esta vez tragó tan fuerte que el ruido fue sonoro. Alcé una mano y la presioné contra su omoplato. Sentí los músculos contraerse bajo mi mano. Se aclaró la garganta y su mirada abandonó la mía para mirar al frente, al bosque frondoso.

— Es peligroso. — soltó de repente la advertencia y le interrumpí. 

— ¿El qué? —su mandíbula se apretó. 

— Este juego, yo. — sonreí con sorna. 

— Me gusta el peligro. —dije despreocupadamente, cosa que hizo que el ambiente cambiara otra vez.

Mi respuesta no pareció gustarle. Se alejó de mí como si le quemara. Esperó a que me levantara y caminamos en silencio de vuelta hasta su casa. 

La puerta estaba abierta de par en par. Seguramente porque salió corriendo a buscarme y no le dio tiempo a cerrarla. 

Entramos y me dijo que me sentara en el sofá y así lo hice. La adrenalina había abandonado mi cuerpo y ahora dejaba reflejada la realidad de mi condición física, me dolía todo el cuerpo, estaba exhausta.

— ¿Es la casa de tus padres?

— No, es mía. — su respuesta me sorprendió, era una casa que costaría algún millón y pico de dólares por lo menos. 

— ¿El coche también? ¿De qué trabajas? — me interrumpió con voz burlona y se cruzó de brazos. 

— ¿Y tú? ¿Una ladrona? ¿Una bailarina de pole dance? ¿Una profesora de artes marciales? No creas que tus habilidades me han pasado desapercibidas. ¿Quién eres? — escupió las palabras en mi dirección y se apoyó contra la columna de piedra. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, eso indicaba que estaba cerrado en banda a toda respuesta que le pudiese dar, dijera lo que dijera no me creería.

OSADÍAWhere stories live. Discover now