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Diamond se escapó de su casa a pesar de las advertencias de su padre y se dirigió al hospital donde se encontraba Tate al día siguiente. Allí, pagó a una enfermera para que guardara silencio sobre su visita y se aseguró de que los Green no estuvieran cerca. Al ver a Tate dormido, con los cables médicos rodeando sus brazos, Diamond sintió una oleada de angustia. Se acercó con cautela a su cama y tomó su mano con suavidad, deseando que se despertara y la situación mejorara.

Diamond se quedó mirando a Tate, con la mente llena de preocupación y amor. Observó cada detalle de su rostro, la suavidad de su piel, la tranquilidad de su respiración. A pesar de la tranquilidad aparente, su corazón latía con fuerza, temiendo lo peor. Quería que se despertara, que abriera los ojos y la mirara con esa intensidad que solo él tenía. Sus manos temblaban ligeramente mientras acariciaba la suya, anhelando que Tate recuperara la conciencia y que todo volviera a ser como antes. Pero en el fondo de su mente, Diamond sabía que las cosas nunca serían iguales después de esto.

Ante el suave tacto de Diamond y el encuentro con su mirada, Tate despertó lentamente, sintiendo un torbellino de emociones al encontrarse con la preocupación reflejada en los ojos avellanados de la chica. Sus propias preocupaciones se intensificaron al notar el cansancio y el desvelo en el rostro de Diamond, y se preocupó aún más por su estado y por lo que sus padres podrían pensar de su presencia en el hospital. Sin embargo, en ese momento, lo único que importaba era el lazo que los unía, y Tate sintió una oleada de gratitud por tener a Diamond a su lado en ese momento difícil.

—¿Qué haces aquí? Nuestros padres...

—Lo tengo bajo control —respondió la chica con determinación.

—¿Te encuentras? ¿Por qué no dormiste? —preguntó el chico, preocupado por su estado.

—Estaba preocupada por ti.

Se miraron intensamente por un momento antes de dejarse llevar por el impulso del momento y se besaron con pasión, dejando de lado por un instante las preocupaciones y los obstáculos que se interponían entre ellos.

El tiempo parecía haberse detenido, y en ese momento, solo existían ellos dos en la habitación, entregados el uno al otro en un beso íntimo y apasionado.

Se separaron, sus labios aún anhelantes por el beso, buscando desesperadamente aire para llenar sus pulmones.

La enfermera llegó, revisó que todo estuviera bien y se retiró con una sonrisa comprensiva. Diamond se acercó a Tate y le prometió:

—Prometo venir todos los días, estaré aquí para ti.

Diamond tomó la mano de Tate entre las suyas y le dedicó una mirada llena de determinación y cariño.

—Te cuidaré—,agregó con voz suave pero firme. Tate asintió con gratitud, reconociendo el apoyo incondicional que Diamond estaba dispuesta a brindarle.

Al llegar a su casa, Diamond se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso de la angustia y la preocupación acumuladas durante el día. Cada pensamiento parecía sumergirla más en un torbellino de incertidumbre. Aunque estaba físicamente agotada, su mente seguía trabajando a toda velocidad, analizando cada detalle de la situación. ¿Había hecho lo correcto al desafiar a su padre y visitar a Tate en el hospital? ¿Qué consecuencias tendría esta decisión para su relación con su familia y para su futuro? Estas preguntas la atormentaban mientras trataba de encontrar un momento de paz en medio del caos emocional que la envolvía.

Diamond cerró los ojos y se dejó llevar por el silencio reconfortante de su hogar. Decidió que esa noche necesitaba estar sola, lejos del ruido y la agitación de su club. Se sentía abrumada por las emociones y las preocupaciones que la habían acosado todo el día, y ansiaba un momento de calma para reflexionar y recuperar fuerzas. Encendió algunas velas y se acurrucó en el sofá, envuelta en una manta suave. El calor de la luz tenue y el aroma tranquilizador de las velas le proporcionaron un pequeño respiro en medio de la tormenta emocional que la rodeaba.

Después de un largo día lleno de emociones, Diamond se sumergió en su rutina de cuidado de la piel, dejando que los productos frescos y perfumados la envolvieran en una sensación de confort y cuidado. Con movimientos suaves y deliberados, aplicó cada producto, dedicando especial atención a cada parte de su rostro. Una vez que terminó, se deslizó entre las sábanas recién lavadas de su cama, sintiendo cómo la suavidad y el aroma fresco la envolvían en un abrazo reconfortante. Cerró los ojos con la esperanza de encontrar algo de paz y descanso en el dulce refugio de su hogar.

Queen of diamonds Where stories live. Discover now