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Decirle la verdad a Renjun fue más difícil que cuando tuve que fingir que no estaba borracha en frente de mi mamá a los dieciséis años

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Decirle la verdad a Renjun fue más difícil que cuando tuve que fingir que no estaba borracha en frente de mi mamá a los dieciséis años. (Spoiler: fallé)

Antes tuvimos una larga conversación entre todos, decidiendo si era lo mejor que un humano más sepa la verdad.

Yo estaba de acuerdo, porque muy a mi pesar, Renjun había resultado herido y merecía saber por qué pasó eso y en lo que estaba metido ahora. De mi lado estaba Taeyong, Haechan, y Chenle, a quien lo había visto dos veces pero se veía bastante emocionado porque el chino sepa.

En cambio, la señora Kim, su hijo, y Mark decían que no, que podían hacerle confundir (no sé cómo, y noquise indagar más) porque iba a ser demasiado problema tener que proteger a un humano más.

Pero yo objeté que Renjun ya estaba metido en este asunto, y que Kihyun volvería a buscarlo, lo que significaría que podría hasta morir.

—Tiene razón— Chenle tenía un dulce en su boca y jugaba con él, haciendo resaltar sus mejillas.

—¿Qué harán si muere? — enarqué una ceja, mirando fijamente a Kim Doyoung, aunque sólo decirlo me hizo temblar.

Sus ojos se entrecerraron, pero asintió, sabiendo que no podrían hacer nada si se daba ese caso.

Aunque Mark y la señora Kim siguieron diciendo que no deberíamos decirle, Fue Kim Doyoung quien tomó la decisión final y todos tuvieron que acatar.

La cara de Renjun era un poema, sus labios entreabiertos, cejas fruncidas y ojos que saltaban de una persona a otra para saber si no estábamos mintiendo.

Fue hasta que Haechan tuvo que mostrarle sus escamas y la corona de luz que apareció en su cabeza, que Renjun nos creyó.

Tuve que quedarme a solas con él, porque igual que yo al principio, se sintió en peligro por estar rodeado de un montón de criaturas míticas siendo solo un humano.

Tenía el abdomen cubierto por vendajes, ya que Kihyun le regaló unas cuantas patadas y los moretones no eran agradables. Sin duda su labio estaba roto, pero era más doloroso lo que tenía en su espalda y estómago.

—No puedo creer que esté pasando esto, yo- Jesús, al menos mis padres viven en China, ya se hubieran vuelto locos si no regresaba a casa luego de tantos días.

—Sí, pero no les contestaste los mensajes, ¿qué les dirás?— pregunté, mientras volvía a acomodarle el vendaje luego de haber visto las manchas negras y violetas que cubrían su piel.

—Que perdí mi celular y conseguí uno barato, no es la primera vez que me pasa— se encogió de hombros, pero eso no me quitó la culpa de encima —¿Cómo está tu cuello?

Me toqué esa parte cuando Renjun  lo mencionó, recién recordando que me habían ahorcado hasta ver estrellas, y no de la buena manera.

—Duele, pero estoy mejor que ayer— hice una mueca, sintiendo los parches que Kim Doyoung me había puesto.

CRESCENDO | Kim DoyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora