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El día siguiente fue nada más que normal, con mi rutina diaria siguiendo su curso, y sin inconvenientes

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El día siguiente fue nada más que normal, con mi rutina diaria siguiendo su curso, y sin inconvenientes. Parecía un día de lo más corriente, pero yo sabía que no era así.

Y eso se demostró en el segundo período, cuando esperaba a mi licenciada de Costos, sentada y mirando mi celular.

Un peso cayó en el pupitre a mi lado, y yo volteé sorprendida, siendo aún más esa reacción cuando me encontré con Kim Doyoung, poniendo su mochila y sacando un cuaderno.

No me miró hasta diez segundos después (sí, los conté) y levantó sus cejas.

—Buen día, Nara.

Casi me ahogo con mi saliva, tuve que carraspear y erguirme, dejando mi celular a un lado.

—¿Qué haces aquí?— pregunté en un tono bajo de voz.

—Estudio, ¿y tú?

Aunque no parecía decirlo en mal plan, su tono tenía un ligero toque sarcástico.

—¿Qué haces en mi clase?— resalté el “mi”, siendo más específica.

Vi a Elkie llegar, siendo seguida por la licenciada, y me sentí expuesta al encontrar a mi amiga mirándome con sus ojos en grande.

Ambas sabíamos que Kim Doyoung no era de esta clase, es más, esta materia no tenía nada que ver con su carrera. Era raro verlo aquí, sentado, a mi lado.

Aunque quise preguntarle más, no pude. La licenciada empezó la clase de inmediato y me quedé callada, con los pensamientos corriendo de un lado a otro en mi cabeza mientras veía a Kim Doyoung por la esquina de mi ojo.

Miraba con atención a la licenciada explicar, y por un momento creí que era un alumno estrella de Contabilidad, asintiendo cada tanto y haciendo expresiones de haber entendido lo que ella explicaba.

Al final de la clase, se giró de verme, mientras yo guardaba mis lápices para poder salir.

En cuanto me levanté, él hizo lo mismo y me tomó suavemente del antebrazo, empezando a jalar de mi.

—Tenemos que hablar.

Le seguí en silencio, sabiendo que necesitaba respuestas luego de no haber podido dormir muy bien anoche, y que él tenga la iniciativa de contarme era una oportunidad que no podía perder.

Ni siquiera me atreví a mirar a Elkie, sabiendo que seguro estaría a punto de desmayarse de la impresión.

Salimos hasta el campus, y luego a una parte donde habían mesas y árboles, un poco descuidados y solitarios.

Me senté casi tiesa, como si alguien fuera a regañarme la vida entera, y Kim Doyoung se sentó a mi lado.

—Hablé con mi familia anoche— empezó, resoplando —Y todos estamos de acuerdo en que eres una idiota.

CRESCENDO | Kim DoyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora