14ls amante

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estaba casada con el hermano menor de Anahí, que estaba en el ejército, y su hermano mayor se encontraba en Montana en viaje de negocios, y había traído a su familia con él. Los otros dos comensales eran los capataces de los Puente.

Viéndolos comer y reír, Alfonso se dio cuenta de lo importante que era la familia para los Puente.
Todos sus hermanos vivían en la hacienda, en sus propios hogares, y todos trabajaban en el rancho.
El evidente cariño que se tenían entre ellos, hizo que echara de menos una vida familiar que nunca tuvo. Tras perder a su hermana a una temprana edad, su madre nunca se recuperó del todo, y su padre lo envió de aprendiz con un tío. Gracias a él, Alfonso se empezó a interesar por los negocios de importación y exportación, y con el tiempo estableció su propia empresa de logística.

Después de la cena, los niños salieron en estampida por la escalera trasera. Había empezado a llover, y los más pequeños saltaban en los charcos y gritaban con regocijo. Mientras Alfonso los observaba, Hannah le dio un par de cestas.

-Como hay tormenta pensé que quizás quiera tener un poco de comida en la cabaña, por si no quiere mojarse viniendo a la casa.
-Gracias- dijo simplemente Alfonso.
-Y otra cosa. Anahí, cariño, ayuda al Sr. Herrera a llevar todo esto a su cabaña para que no se moje.

Cogiendo un enorme paraguas que había junto a la puerta, Anahí agarró la cesta más pequeña y se encaminó hacia la puerta. De camino a la cabaña, escucharon truenos en la distancia. Apretando el paso, llegaron a su destino justo cuando se desencadenaba la tormenta.

Alfonso colocó las cestas en la encimera, mientras Anahí encendía las luces. Tras abrir la puerta de la estufa, encendió la madera que había dentro. Ajustó el tiro y se dio la vuelta, y vio a Alfonso observándola. La luz de las lámparas la enmarcaban en un cálido resplandor, y ella enrojeció.

Justo cuando estaba a punto de excusarse, un trueno retumbó directamente sobre sus cabezas, y un aluvión descendió sobre la cabaña. Alfonso dijo:
-Vas a tener que quedarte un rato; creo que tu tía me ha dado una botella de vino, ¿te apetece?- Negando con la cabeza, Anahí se acercó a la puerta.
-Me da tiempo- Abrió la puerta y se detuvo. En cuestión de minutos, se habían formado unas enormes riadas por toda la hacienda. Suspirando, cerró la puerta y se volvió hacia él.
-Es vino con especias, sabe mejor caliente. ¿Quieres que lo caliente?
Alfonso asintió y Anahí se acercó a la cocina y vertió el vino en una cazuela. Sin saber qué hacer después, empezó a vaciar las cestas y notó que su tía le había dado comida para dos personas.

Sacudió la cabeza ante el intento no muy sutil de Hannah de hacer de Cupido.
Cuando el vino estuvo listo, lo sirvió en dos tazas y las llevó al sofá, junto con una bolsa de galletas de mantequilla. Depositando todo en la mesa, se sentó mientras él terminaba de avivar el fuego.
Ambos se sentaron en silencio y bebieron el vino.

-Está delicioso- dijo Alfonso.
Anahí asintió con la cabeza.
-Es una receta de mi tía Hannah. Me ha ayudado con los resfriados durante años- comentó sonriendo.

Mientras la lluvia seguía cayendo, el ambiente de la cabaña se hacía cada vez más tenso. Lo que había comenzado como un amigable silencio se transformó en una irritable incomodidad, al ser ambos conscientes del deseo del otro. Incapaz de soportarlo más, Anahí se levantó para servir más vino, pero él la detuvo. Le quitó la taza de la mano y la puso sobre la mesa, antes de atraerla hacia él y colocarla entre sus piernas. Sujetándola por las caderas, le levantó el jersey y le besó el vientre.

-He soñado contigo debajo de mí, kotyonok. Debería darte unos azotes por haber huido- le dijo, y Anahí gimió y apoyó sus manos en los hombros de él, clavándole los dedos y masajeando la zona.
Alfonso le desabrochó los vaqueros, abrió la cremallera y se los bajó por debajo de las caderas. Sonrió al ver las braguitas de encaje. Se alegraba de que llevara la lencería que le compró.

enamorada de un millonario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora