5 la virgen de un millónario

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Cuando el avión despegó, Anahí observó por la ventana la ciudad menguante. Aunque no era la primera vez que viajaba en avión, nunca había volado de esta forma. Se sorprendió cuando la azafata le trajo una copa de champán. Le hizo un gesto con las cejas a Alfonso y él se sentó más cerca.

-Creo que nos merecemos una celebración- dijo levantando su copa.

Sonriente, Anahí alzó la suya y brindaron antes de tomar un sorbo.
Delicioso, pensó Anahí. Las pocas veces que había bebido champán, no le gustó mucho, pero éste era maravilloso y no se parecía en nada al vodka. Mientras bebían, Alfonso le preguntó sobre su vida y pronto estaban inmersos en una animada conversación. Al servirle más champán, Anahí notó que la botella estaba vacía y la copa de él casi intacta. Con la nariz llena de burbujas, Anahí soltó una risita antes de mirarle de forma acusatoria.

-Me estás emborrachando.
-Sí- fue su escueta respuesta.
-¿Por qué?
-Para nivelar lo del viernes. Y para que seas más obediente.- Cuando Anahí empezó a protestar, él cogió la copa y la depositó en la mesa. Tomándole de la mano, la atrajo hacia él. -Súbete a horcajadas- le ordenó.

Sin pensarlo, Anahí se subió sobre él y apoyó las manos en sus hombros. Alfonso deslizó sus manos lentamente por sus muslos y cerró los ojos, disfrutando del tacto sedoso de su piel.
Eres preciosa- le susurró, mientras ella recorría la línea de una cicatriz apenas visible en el lado izquierdo de su rostro. Él giró la cabeza y le besó la palma de la mano, Anahí se quedó sin aliento.

Las mariposas de su estómago se pusieron a cien al sentirse seducida por el brillo de sus ojos marrones.
Inclinándose, no pudo resistirse a besarle los labios, y él puso las manos sobre sus caderas. Bajó una de ellas por la espalda, y con la otra le agarró del cabello. Anahí jadeó, y él la obligó a inclinar su cabeza para besarla con fuerza.

A Anahí le pilló por sorpresa y le empujó contra el pecho. El movimiento hizo que él tirara aún más de su cabello haciéndola gritar, a la vez que insitía en su beso. Las manos de Anahí se aferraron a su cuello y sus dedos se enredaron en el pelo, animándole a seguir. Gimiendo, él la sujetó aún más fuerte mientras ella se restregaba contra su erección. Alfonso le quitó la chaqueta tirando de ella con rapidez, y la arrojó a un lado. Deslizó los tirantes de la camisola sobre sus hombros, y la parte superior de sus senos color crema asomó por encima del sostén. Al sentir sus pulgares sobre los pezones, Anahí suspiró y notó como se hinchaban.

Antes de que pudieran ir más allá, sonó el teléfono. Sonriéndole, la depositó en el asiento de enfrente antes de levantarse para contestar. Una vez finalizada la llamada, se dio la vuelta y vio a Anahí acurrucada y dormida. Mientras la tapaba con una manta, tomó nota mental de no servirle tanto alcohol.
Anahí se despertó cuando sintió el acople del tren de aterrizaje. Incorporándose, se sorprendió al ver que estaba cubierta con una manta. Miró a su alrededor y vio que Alfonso se había trasladado a una de las mesas, y estaba revisando los documentos que ella había traído.

Al verla despierta, Alfonso sonrió.
-Genial, estás despierta. Estamos a punto de aterrizar.

Anahí no supo muy bien cómo responder, y se arregló la ropa y se peinó. Mientras miraba por la ventana al panorama urbano de Manhattan, se acordó de haber besado a Alfonso. Se sonrojó de vergüenza por haber permitido que aquello ocurriera otra vez, y esperó que él no pensara que era así de fácil. Cuando se humedeció los labios, los ojos de Alfonso se oscurecieron al recordar el beso.

Aunque estaba molesto porque se había dormido, ya que esperaba poder disfrutar de lo que le hubiera ofrecido, se dio cuenta de que le había servido demasiadas copas y que la culpa era suya. Se sentía completamente fascinado por esa rubita, y estaba deseando hacerla suya. La observó mientras se tocaba los labios con los dedos y se sonreía a sí misma.

Cuando desembarcaron, llegó una limusina y el chófer salió a recoger las maletas. El viaje por la ciudad transcurrió en silencio, mientras Anahí miraba por la ventana.
Tu primera vez en Nueva York?
-Sí- respondió Anahí con entusiasmo. -Siempre he querido venir.
-También tendremos tiempo libre mientras estemos aquí, te llevaré a mi club.

Antes de que Anahí pudiera contestar, se adentraron en un garaje. Mientras se dirigían a los ascensores, Anahí se dio cuenta de que no estaban en un hotel.

-Erm... ¿no nos alojamos en un hotel?
-No- fue la brusca respuesta de Alfonso. -No hay necesidad de ello. Paso mucho tiempo aquí; tenía más sentido comprar un apartamento.- Al ver la mirada incómoda de Anahí, le apretó ligeramente el brazo.
-Relájate. Tiene tres dormitorios.

Aún así, Anahí no se sentía cómoda de tener que compartir un apartamento con su jefe. Sobre todo después de lo que había ocurrido entre ellos, pero no supo qué decir. Aunque entendía sus razones, un apartamento llevaba asociada una intimidad que la ponía nerviosa. Cuando llegaron arriba, él la condujo a su habitación. Al entrar, Anahí vio prendas colgadas en el armario abierto y con las etiquetas aún puestas. Se volvió para preguntar a Alfonso, pero éste se le adelantó.
Dijiste que no traías abrigo. Y como no quise arriesgarme con otras opciones, le pedí a Laurel que enviara tu foto a un personal shopper, junto con tu talla. Y ella se encargó del resto. Ponte lo que quieras del armario y los cajones, con toda libertad, y si te gusta algo, te lo puedes quedar. Ahora, si me perdonas, tengo cosas que hacer. Esta tarde tenemos un compromiso semi formal, así que estate preparada a las siete.
Y sin más se fue, cerrando la puerta detrás de él.

enamorada de un millonario Where stories live. Discover now