ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝘟

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Resistió la tentación de llevar su mano a su rostro para masajear su frente y disminuir ligeramente su dolor, por mucho que lo fastidiara, no deseaba tapar su rostro y provocar un punto ciego mayor del que ya tenía, que seguramente muchas personas llegaron a aprovechar.

No era una persona muy popular, ya ves; pero al menos eso le permitía pasar cierto tiempo desapercibido al ojo público como para escapar y cuidar de Theo, aunque ya no lo hacía tan seguido como antes, o dar largas caminatas en pos de alejarse de los demás, que era lo que estaba haciendo en ese momento.

Los pasillos de piedra, a veces sencillos o incluso fríos, se veían cálidos y entrañables bajo la brillante luz naranja que provenía del cielo, el sol en su fallecimiento llenando de color los pasillos a través de cada ventana antes de que la noche llegara.

Era majestuoso, y un escenario que muchos se perdían por sus rutinas y comportamientos matutinos y normales, y aunque se sentía honrado de ver algo así, no había ninguna alegría en el motivo que lo tenía vagando en los pasillos y no haciendo algo mucho más útil como estudiar.

Se sentía frustrado.

Su vida era una gotera, constante pero silenciosa, que en algún momento alguien hizo más grande con alguna palabra o acción y ahora fluía más rápido, llenaba el vaso más rápido y se derramaba más rápido, provocando un nudo en su garganta, un escozor en sus ojos y unas profundas ganas de gritar.

Se estaba agotando muy rápido, su mandíbula le dolía por apretarla tanto y los maestros comenzaban a notar la poca tolerancia que tenía en algunos momentos, y no podía darse el lujo de llamar más la atención.

Pero es que no había nada que pudiera hacer.

Sabía, desde antes de subir al tren, que los estudiantes una vez más estarían en su contra, y que cada cierto tiempo debía salir a despejarse mentalmente en busca de calma y tranquilidad; lo había planeado, sin embargo estaba ocurriendo más seguido de lo que esperaba o estaba dispuesto a soportar.

No era culpa de sus compañeros que fueran crédulos, diciendo lo que murmuraban las multitudes y repitiendo fielmente las palabras de los periódicos, ovejas siguiendo a un pastor y sus mentiras; no era culpa de ellos ser idiotas, era una discapacidad y él debía comprenderlos.

Es solo que, en ese mismo momento, se sentía imposible dejarlo pasar.

Siempre era lo mismo, miedo y susurros porque Nott no había aparecido o regresado, preguntando si estaba desaparecido o muerto, hablando de lo inseguro que era Hogwarts ahora y de lo mentiroso que era él por lo que pasó en el torneo; era la misma estupidez una y otra vez, y eso lo estaba agotando hasta lo último.

Retuvo el suspiro, extrañaba los tiempos en que la paciencia estaba al alcance de su mano, en la que perdonaba por que no importaba, en la que se alejaban de él no lo hechizaban en los pasillos, manteniéndolo tenso y nervioso.

No podía quedarse en la torre de Gryffindor, ni encerrarse en su habitación por causa de Finnigan, no podía ir al lago negro o estar en pasillos muy concurridos, ellos lo atosigaban.

¿Y qué pasaría si alguien buscando hacerle daño lo seguía y descubría a Theo? ¿Qué haría él? Y más importante ¿Cómo diablos evitarlo?

Solo podía caminar y pensar mientras el cielo se volvía negro y él retomaba camino a la sala común por el toque de queda; allí no podía leer cerca de la chimenea, o jugar ajedrez y hacer tareas, Ron y Mione comenzaban a evitarlo por la presión de alguien acercándose cada 40 minutos a insultarlos.

Necesitaba una solución, necesitaba detenerlo, a ese paso no lograría terminar el año escolar sin perder la cordura o renunciar en el camino.

Ya tenia mucho en su plato: guardar un gran secreto, escabullirse y desaparecer en secreto, ignorar los insultos, esperar que nadie lo asociara con Nott, adelantar sus estudios, evitar a Snape y Dumbledore, cuidar de Theo, insultar a Malfoy, perdonar a su amigos.

Eres mio... me perteneces.Where stories live. Discover now