Capítulo Veintinueve

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Volver a la rutina después de las fiestas de Navidad no me resulta tan complicado como creía. Sigo viviendo con Oriol y eso me ha facilitado mucho las cosas. También tener orgasmos diarios ha mejorado mucho mi humor, lo que es obvio, pero ayuda mucho.

Pero mi mente no deja de darle vueltas a dos cosas.

La primera es Natura y saber cómo está. Me he pasado un par de veces por su cafetería y no deja de remarcar que todo va según ha planeado —como si eso me tranquilizase—, que no tengo que preocuparme y que está contando los días para que su hermano se vaya del piso para que pueda volver.

La otra, y la que menos me importa, es la boda de la mejor amiga de Oriol. Sé que esto tiene fácil solución, pero no me he atrevido a preguntárselo de forma directa. Él tampoco me ha dicho nada, lo que hace que sienta que estoy en una especie de limbo lleno de incertidumbre.

Quizá da por hecho que vamos a ir juntos por ser pareja, por eso no me lo comenta, pero ¿y si no es así? Puede que no quiera que esté por pura lógica, las fotografías quedan para siempre y necesita estar más seguro de nuestra relación antes de llevarme a un evento tan importante.

No sería extraño, sobre todo con lo práctico y racional que es siempre. O quizá son sus amigos que le han dicho que no puede traer acompañante, que puede ser otra posibilidad.

Como sé que por mucho que le de vueltas no encontraré una solución —si no le pregunto—, he decidido que lo mejor es dejar pasar el tiempo, no comerme la cabeza por algo que no puedo controlar y esperar.

Aunque lo de ser paciente no es muy mi estilo y no sigo mis propios consejos.

—Yizhuo —Oriol llama mi atención y me devuelve a la realidad—. ¿No te gusta el café? Para ser tú, estás tardando mucho en tomártelo.

Mañana empiezan las celebraciones por el año lunar, y dentro de unas horas iré a casa de mis padres; he cogido un par de días libres para poder estar con ellos y el resto de mi familia.

Oriol, como casi cada día, ha venido a buscarme a la salida de la universidad y estamos tomando algo en una cafetería cercana. En su coche tengo las mochilas que voy a llevarme para estos días, porque también se ha ofrecido a llevarme y que no tenga que coger el tren. Lo que le hace ganar más puntos, lo último que quiero es ir cargada en el transporte público cuando seguramente esté lleno.

—Es imposible que no me guste el mocha blanco —murmuro y le doy un largo sorbo. Cuando vuelvo a dejarlo en la mesa, me relamo el labio superior de lo bueno que está—. Solo estoy pensando.

—¿Puedo saber en qué?

Coloca su mano encima de la mía, demostrándome con ese gesto que puedo contarle lo que quiera, que me va a apoyar, como siempre hace. Sin embargo, no puedo decirle que lo que me tiene así es en parte él y su silencio con respecto a la boda de su mejor amiga. Además, tampoco tengo qué ponerme o un look adecuado para una boda de tanto nivel.

No había pensado en esto último. Ese es otro gran problema.

—La curiosidad es muy mala —bromeo y finjo una sonrisa para disimular mis pensamientos y que he vuelto a entrar en bucle—. ¿No me lo dices siempre?

—¿Va todo bien?

Vuelvo a sonreír al ver lo preocupado que está por mí. No sé el motivo por el que piensa que hay algo más, cuando son solo pensamientos que no me afectan tanto ni hacen que esté mal por ello.

¿Le doy vueltas? Sí, como siempre, pero nada más. Suelo sobre pensar mucho las cosas, no es nuevo.

Necesito distraerme de algún modo y una idea se me pasa por la cabeza para molestarlo. Decido jugar un poco con él, ver su reacción o cómo actúa.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now