Capítulo Dieciséis

3K 252 127
                                    


Oriol no ha dejado de estar pendiente de mí mientras estábamos cenando.

Reconozco que he estado algo distraída, no porque la comida haya estado mala —todo lo contrario— más bien porque mi mente sigue siendo un caos, dándole vueltas a todas las conversaciones que hemos tenido hoy y sus palabras.

Tampoco me quejo, adoro que Oriol esté pendiente de mí; no obstante, creo que es por algún motivo que desconozco y eso es lo que me genera más incertidumbre. ¿Por qué no deja de mirarme?

Además, ha sido raro.

La situación es extraña y en cierto modo, un poco incómoda. Hay algo en el ambiente que hace que esté más tensa de lo que debería. ¿Es por algo que he hecho o dicho? ¿Se arrepiente de haberme invitado a su casa? Porque si es así, me voy.

—Yizhuo. —Espero que siga. Antes de hacerlo, se aproxima más a mí en el sofá. Nuestros rostros están a escasa distancia y si quisiera, podría besarlo—. ¿En qué piensas?

Es una muy buena pregunta, una que ni yo misma sé responder con exactitud. ¿Le confieso que estoy comiéndome la cabeza porque en cierto modo, es mi problema, no el suyo. Así que opto por una de las cosas que mejor se me dan: cambiar de tema y hacer como si nada.

—Me gusta mucho el color con el que has pintado esta habitación.

Oriol enarca una ceja y empieza a reírse. Vale, sí, quizá no ha sido mi mejor improvisación, pero no se me ha ocurrido nada más teniéndolo tan cerca.

—¿Por qué estás incómoda conmigo? ¿Quieres irte?

Una vez que hemos recogido todo lo de la cena, y lo que hemos ensuciado, él ha propuesto que nos sentemos en el sofá para hablar con calma y si nos apetece, ver una película. Y sí, es un plan como otro para pasar el tiempo, como he hecho en otras ocasiones con mis amigos; sin embargo, con Oriol no es así de fácil.

La línea entre los límites que ambos marcamos empieza a desdibujarse cada vez más para mí.

—¿Tú quieres que me vaya? —rebato. Aprieto los labios para disimular mis nervios. Mi mente quiere un sí, mi corazón un no—. Porque tú también pareces incómodo.

Oriol se incorpora un poco y me rodea con los brazos con mucho cuidado, casi con miedo de hacerme daño y roza nuestras narices.

—Solo estoy esperando a que tú des el primer paso —murmura y traza círculos en mi espalda con las manos—. No has respondido a mi pregunta.

—¿El primer paso para qué?

He ignorado su cuestión de nuevo de forma más que voluntaria. No quiero responderle.

—Para lo que tú quieras.

Eso sigue sin aclararme nada. ¿Si le pido que nos acurruquemos durante toda la noche va a aceptarlo? Mejor no arriesgarme. Además, si soy sincera, no he venido a su casa para eso. Los dos sabemos lo que queremos que suceda, sobre todo por la tensión que siempre nos rodea.

—Oriol. —Él mueve un poco la cabeza para hacerme ver que tengo toda su atención—. ¿Tú en qué piensas?

—¿Ahora mismo?

—Sí. —Me muerdo el labio inferior y con una de las manos que tengo libre, empiezo a retorcerme un poco el pelo—. Ahora mismo —repito.

—Pienso en que quiero sacarte la ropa —dice con una sinceridad abrumadora—. Besarte sin tener que frenarme porque no estamos solos, en castigarte y...

—¿Castigarme? —lo interrumpo, entre confundida y algo acalorada. Sus palabras siempre tienen ese efecto en mí—. ¿Por qué? No he hecho nada para ello.

Entre mil cariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora