Capítulo 23

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La lluvia se había detenido. La tormenta parecía marcharse, pero, de cierta forma, aún quería estar presente durante un tiempo. Puede que se hubiera llevado el agua, sin embargo, el viento seguía azotando con fuerza y las negras nubes adornaban el cielo, aunque no tenía mucha pinta de que fueran a descargar agua.

A pesar de eso, Theresa le había dejado a Nayra sobre la cama un paraguas negro. Encima de la misma cama donde ella estaba sentada, mirando por la ventana cómo los árboles más delgados se inclinaban y sus ramas cubiertas de hojas se azotaban con violencia. Parecían estar a punto de partirse en dos en cualquier momento. Pero no era así. Por fuera parecían ser más débiles que otros cuyo tronco superaba el metro de diámetro, aunque había una parte que no veíamos de esos árboles. Su exterior se veía frágil, sin embargo, bajo tierra, se encontraba su fortaleza. Esa que les permitía seguir en pie a pesar de la tormenta que amenazaba con hacerlos caer.

Y Nayra quería ser uno de esos árboles en ese momento. Estaba rota. Se sentía vacía y destrozada. Era como si su mundo se hubiera venido abajo. Le pesaba sobre sus espaldas y por más que intentara levantarlo, no podía. Ni siquiera tenía fuerzas para levantarse de la cama. Aún no sabía cómo había sido capaz ni tan siquiera de vestirse. Mostraba un aspecto frágil y una actitud derrotada, sobre todo, porque aún no daba crédito a lo que había pasado.

Tan solo unos días atrás, Wendy y ella estaban tomando algo, animadas, en una cafetería de Hocklast y ahora... ella estaba completamente sola y a punto de decirle adiós para siempre.

No había vuelto a llorar desde que se derrumbó varias veces ese día. Por suerte, Dan estaba a su lado. Esa noche fue la peor de su vida. Tuvo muchísimas pesadillas. Se despertaba cada poco tiempo gritando y llorando, pero, por suerte, él estaba allí. A su lado. Abrazándola, consolándola, susurrándole al oído las palabras más dulces que jamás nadie le había dedicado y repartiendo por su rostro multitud de besos hasta que su cuerpo se relajaba hasta el punto de quedarse de nuevo dormida entre sus brazos. Se sentía protegida, segura, a salvo. No... por más que a veces su mente intentara engañarla, ella no estaba sola. Era más, en esos dos días se había sentido más arropada que nunca. Dan solo se había separado de ella porque tenía que acudir al trabajo, cuando él se iba, eran sus padres los que acudían a su casa para no dejarla sola hasta que llegara Theresa. En conclusión, Nayra daba las gracias por tener a su alrededor a gente que la quería. Además, no la habían tratado como si fuera una muñeca de cristal que se rompería con el mínimo toque. Se habían comportado con ella como siempre. Con Theresa había ido a pasear y cuando sus padres estaban en su casa, había aprovechado para mostrarles sus fotos. Sus progenitores se habían quedado maravillados. Parecía mentira que en el pasado jamás hubieran visto una mísera foto de las que su hija hacía. Tenía mucho talento, había trabajado mucho para aprender y ellos se habían dado cuenta del gran error que habían cometido al no apoyarla en algo que la apasionaba.

Esa normalidad consiguió que Nayra dejara de pensar durante un tiempo en el horrible suceso acontecido. Sin embargo, cuando se metía a la cama, este volvía a azotarla de nuevo y volvía a sentirse rota.

—Nayra —la llamó su hermana desde el umbral de la puerta de su cuarto—. Es la hora. Mamá y papá ya están afuera con el coche.

Ella solo asintió y se terminó de poner las bailarinas negras, a conjunto con el resto de su oscura vestimenta.

Se miró al espejo que tenía en su habitación y decidió recogerse su colorido cabello en una trenza ladeada. Con el viento que hacía ese día, era lo más ideal.

Cuando Todo AcabeWhere stories live. Discover now