Capítulo 12

65 8 6
                                    

Nayra apenas había podido dormir en toda la noche. La noticia que había recibido le había impactado tanto que su cuerpo y su mente habían sido incapaces de relajarse para dejarla descansar. Se había pasado horas dando vueltas a todo, recordando los momentos más especiales de su infancia, imaginándose qué habría sido de ellos si él se hubiera quedado en Hocklast y también, pensando qué sucedería a partir de ese momento.

Por una parte, quería que le contara todo. Necesitaba respuestas, saber lo que de verdad sucedió hacía tantos años. Eso era, de momento, lo más importante para ella. Quizá después podrían retomar el contacto, pero sentía que a partir de ese instante, todo sería incómodo entre ellos. No sabía muy bien cómo debía actuar cuando estuviera delante de él. No iban a poder tener un trato como hasta ese momento. Dan había pasado de un ser un casi desconocido a ser una de las personas más importantes que habían pasado por su vida. Pero claro, eran unos niños cuando eso ocurrió. Habían pasado muchos años desde entonces y ambos habían cambiado. Tenían que conocerse otra vez. Empezar de cero.

«Justo lo que estábamos haciendo», pensó Nayra levantándose de la cama. Lo que sucedía era que no sabía si lo poco que había conocido del nuevo D. J. era verdad o solo un papel que había usado para volver a acercarse a ella. Estaba claro que él había jugado con una gran ventaja y ella ni siquiera se había dado cuenta. Pero ¿cómo demonios iba a sospecharlo siquiera? Estaba convencida de que estaba muerto.

—Dios mío, está vivo.

Ni sabía ya las veces que había repetido esa frase. Era como si no pudiera parar de decirla en voz alta para poder estar segura de que era verdad.

Se tapó la cara con las manos antes de enredar en ellas mechones de su cabello. Habían pasado horas y era incapaz de asimilarlo. ¡Aún no podía creérselo! Incluso se había pellizcado varias veces por si resultaba que, en realidad, lo había soñado.

—No, no lo he soñado —susurró viendo en el suelo su vestido.

Caminó hasta la ventana para abrirla y que entrara un poco de aire fresco antes de dirigirse al baño para adecentarse un poco. Se peinó y se recogió su cabello en una trenza lateral antes de quitarse los restos de su maquillaje. Se había olvidado por completo de hacerlo el día anterior.

Fue a la cocina y se sirvió una buena taza de café. Le gustaba más la leche con cacao, pero necesitaba cafeína. Estaba tan sumida en sus pensamientos que ni se había percatado de que su hermana estaba allí.

—¡Buenos días, cowgirl! —la saludó Theresa entusiasmada entrando en la sala—. Intenté esperarte despierta para que me lo contaras todo, pero estaba muerta tras toda la semana de trabajo.

—Buenos días —fue lo único que le pudo contestar antes de sentarse en la mesa con su desayuno.

Theresa vio que Nayra estaba rara. Aún no la había mirado, tenía la cabeza baja, sus movimientos eran lentos, como si estuviera desganada y ese «buenos días» había sido casi imperceptible. Algo había pasado en su cita. Estaba segura de ello.

—¿No me vas a contar qué tal? —Se sentó en otra silla para estar más cerca de ella.

—D. J. está vivo —soltó sin rodeos antes de dar un sorbo.

Ni siquiera la miró ni titubeó cuando le soltó esa bomba. Theresa se atragantó con el bollo de leche que estaba comiendo y comenzó a darse golpes en el pecho para intentar que el aire volviera a sus pulmones.

—Espera, ¿qué? —dijo cuando se recuperó—. Repite eso, porque creo que aún estoy algo dormida y te he entendido mal.

—D. J. está vivo.

Cuando Todo AcabeWhere stories live. Discover now