Furia Nocturna

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Si había una regla de oro que jamás se debería romper si querías conservar tu vida, y especialmente cuando se trataba de vivir entre los dragones, es que nunca, JAMÁS, deberías tocar a Hicca.

En toda la isla del Alaeterna habitaban dragones de todos los tamaños y colores, por lo que estaba en su instinto meterse en una que otra disputa, ya sea en términos de pelear por comida, orgullo entre especies, o decidir las actividades de aquel día.

Hicca por otro lado era considerada la pequeña cría que debía ser cuidada las veinticuatro horas debido a que era la única humana entre los reptiles voladores. Desde que ella tiene memoria, siempre ha estado rodeada de dragones que la cuidaban y jugaban con ella (y en la mayoría de casos, víctimas de sus bromas o sujetos de pruebas para sus inventos).

Y si Hicca se encontraba en la otra punta de la isla, era de esperarse que a su lado estuviera aquel Furia Nocturna que se identificaba, en contra de su propia voluntad, como Chimuelo. Desde que eran pequeños, el chico ha protegido a su amiga de que saliera herida, ya sea cuando se resbalaba por accidente, en los vuelos cuando llegaba a caerse de la silla, o las antes mencionadas disputas entre dragones.

A lo cual fue el caso el día de hoy.

Era un fin de semana común y corriente en la isla. Sus habitantes se encontraban realizando sus labores diarias desde temprano en la mañana haciendo que el lugar se llenara de vida.

Hicca y Chimuelo también se unieron a esas tareas, aunque tuvieron que ser separados debido a sus atributos físicos. La chica se uniría con las mujeres para ir a pescar en uno de los lagos y el Furia Nocturna fue con los hombres a mover unas piedras que se habían caído de la montaña para despejar el camino.

Está demás decir que ambos estaban exhaustos.

No fue hasta que el sol ya se estaba ocultando en el horizonte que Chimuelo finalmente pudo regresar a la cueva en la que residían. Estiró sus alas antes de cambiar a su forma humana y arrastrar sus pies hasta la habitación. Dejó escapar todo el aire de sus pulmones cuando se dejó caer en su cama, lo cual no fue una buena idea en un principio considerando que él dormía en un tronco de madera.

Al ver sus cosas intactas y la falta de otras dos presencias en su hogar no era difícil concluir que él había sido el primero en llegar. Gruñó a lo bajo al pensar que tendría que levantarse de su ahora posición cómoda para poder preparar la cena.

-Juro que si veo rocas en mis sueños ésta noche, no voy a responder con palabras pero con golpes...- cubrió sus ojos con su brazo.- Aunque Hicca no debería tardar en volver... Por un cara–

Se levantó de mala gana aceptando su horrible destino de ir hacia lo que consideraban su cocina y preparar lo que sea que tengan para la cena.

Caminó hasta la mesa que tenían y sus orejas se levantaron instintivamente cuando escuchó los pequeños pasos que delataban a Hicca. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro que tuvo que esconder rápidamente para evitar delatarse y tosió ligeramente para regular su voz.

-Hey, renacuajo. ¿Te divertiste con las chicas? Apuesto que ustedes se la pasaron mejor ya que no tuvieron que cargar rocas como esclavos hasta Odín sabe donde.

En ese momento le estaba dando la espalda, pero sus alarmas comenzaron a sonar cuando no hubo una respuesta por parte de Hicca. Al contrario, parecía que ella se había congelado por unos breves segundos antes de correr a toda prisa hasta su habitación.

-¿Renacuajo?

Chimuelo se preocupó al instante. Conocía muy bien a su humana, y si había algo que no era común en ella, eso era cubrir su rostro. Porque sí, Chimuelo logró ver por una fracción de segundo que la chica tenía puesta su capucha.

Cuentos de BerkWhere stories live. Discover now