Especial de San Valentín

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Kreston, o mejor conocido como Chimuelo, era un Furia Nocturna que era apodado el bastardo del rayo y la muerte misma gracias a la letalidad de su especie llegando a asustar tanto a dragones y vikingos con su reputación.

Y aquí estaba temblando cual gelatina, escondido detrás de un árbol sosteniendo lo que parecía ser un pequeño bolso a la vez que se asomaba por momentos para asegurarse de que su objetivo siga en su lugar.

Hicca.

La jóven se encontraba cerca del río sentada en uno de los troncos caídos dibujando en su libreta como lo hacía habitualmente. Para Chimuelo la vista frente a él sin duda era algo de ensueño, pues podía ver sus ojos brillar cuando parecía tener la inspiración que necesitaba, el viento soplaba de manera gentil a la vez que meneaba su cabello, y su nariz se arrugaba cada vez que cometía un error y la borraba usando su manga.

¿Por qué había elegido ese día para confesarse? Ah, claro, porque tuvo ese impulso de idiotez y una larga plática consigo mismo usando su reflejo en el agua como si fuese su coach motivacional.

-Muy bien, Kres. Tu puedes hacer esto.- inhaló profundamente.- Vas, le das el regalo, te confiesas, y te vas para enterrar tu cabeza en la tierra. ¿Sencillo? Sencillo. Solo relajate y tú puedes hacerlo.- habló consigo mismo.

-Uy, sí, claro, se nota que tienes todo bajo control.

-Pues claro, ¿quién crees que-? ¡¿Qué demonios haces aquí?!

Chimuelo volteó tan rápido su cabeza que no sabe cómo es que no se rompió el cuello. A su lado se encontraba un Cazaviento gris que era un año mayor que él. Gruñó al notar que el otro tenía una sonrisa ladina y levantaba las cejas a modo de burla.

-Ay por el amor de-¿cuánto tiempo has estado parado ahí?

-El suficiente para ver cómo te dabas porras a tí mismo.- el dragón, Eugene, le respondió con el mismo tono.- ¿Qué es eso? ¿Es para Hicca?- se acercó para olfatear el bolso, pero Chimuelo extendió su brazo y volteó su cuerpo mientras soltaba un par de gruñidos.

-¿Y eso a tí qué demonios te importa?

-Se ve que te llaman el sonrisas. Pero ya en serio, pareces un acosador de tanto que la estás viendo a escondidas. Si Virran se entera de lo que estás haciendo estoy bastante seguro que va a usar tu piel de alfombra.

Chimuelo decidió ignorar el comentario y se asomó ligeramente del árbol para asegurarse de que Hicca no esté escuchando nada de lo que estaban diciendo, pero por suerte no estaban tan cerca para entrar en su rango de audición y parecía estar bastante metida en su dibujo. Suspiró aliviado antes de mandarle otra mirada asesina al dragón.

-¿Qué no tienes mejores cosas que hacer?

-Nope.- acentuó la p, solo molestando más a Chimuelo.- Ahora que estoy presentando esto mejor verlo hasta el final, ¿no?- Eugene estaba claramente disfrutando de la ira que desprendía el chico dragón.- Además, ¿no te estás tardando? Solo acomódate el cinturón y ve a darle lo que sea que tengas ahí.

-No necesito que me digas que hacer.

-Eh, yo creo que sí tengo qué. Si no te apuras alguien más te la va a arrebatar.

-Ajá, ¿y quién sería tan estúpido para hacer eso?

El Cazavientos apuntó con su hocico hacia la dirección en donde se encontraba Hicca y Chimuelo se volteó para encontrarse con un Dramillón. Aquel dragón era del tamaño de Hicca de color morado y con toques rojos con una cola delgada y larga parecido a un Aguijón Veloz.

Cuentos de BerkWhere stories live. Discover now